Una identidad nacional enriquecida
La inmigración hacia Argentina es constitutiva de la identidad nacional. Sin embargo, el estudio de las migraciones ha puesto en evidencia las dinámicas de inclusión y (sobre todo) de exclusión de las personas migrantes en la imaginación de la nación, así como los altos niveles de racismo y xenofobia que aún persisten en la sociedad.
El mito del crisol de razas, que reafirma el origen europeo del país, se ha repetido por generaciones que todavía hoy construyen identificaciones sobre esa idea y se autoperciben como una sociedad homogénea. Pero ¿somos realmente “descendientes de los barcos”? (1).
En la exposición que vamos a realizar se ponen en juego dos sentidos del concepto de ciudadanía: el que designa un estatuto legal de derechos y obligaciones y el que marca pertenencia identitaria. El Estado es el principal agente en la definición de quién pertenece a la Nación y quién no. Es importante desarmar algunas de sus acciones y prácticas para comprender los modos en que se construye ciudadanía cultural y política atendiendo al lugar que ocupan las migraciones y el aporte que realizan a esta construcción. Al mismo tiempo, resulta fundamental considerar lo que las producciones culturales representan para los colectivos migrantes en sus procesos asociativos e identitarios, sus posibilidades de explicitar demandas y sus proyectos a futuro.
Una visión amplia de la cultura
Abordar los aportes de las y los migrantes a la cultura supone plantear algunas puntos de partida y problematizar estereotipos consolidados. En principio, entendemos la cultura como algo que todos los seres humanos hacemos y que es inherente a la vida social. Asimismo, toda producción de cultura, en tanto creación de sentidos compartidos, es un proceso dinámico, producto de constantes cambios, revisiones, tradiciones diversas.
Un nuevo “latinoamericanismo” propicia así el cuestionamiento de imágenes tradicionales de la argentina “blanca y europea”.
Por otro lado, proponemos ubicar los procesos culturales en el contexto de relaciones de poder, desigualdad, dominación, pero también en articulación con movimientos sociales y políticos.
Propiciamos, por último, distanciarnos de ciertas asociaciones entre “naciones” y “culturas” que presuponen la homogeneidad cultural y conciben que la presencia de “otros” representa una amenaza a las identidades nacionales. Las expresiones culturales asociadas a las naciones coexisten con otras que se referencian en localidades, agrupamientos: étnicos, cuestiones de género y muchas otras posibles formas de producción de sentidos que enriquecen la producción de imaginarios y prácticas creativas.
Contra los mitos de homogeneidad
Muchos autores resaltan el rol de lo cultural en las negociaciones que llevan a cabo los movimientos sociales en contextos transnacionales y globalizados (2). En tiempos de globalización, en los que para algunos se refuerza la uniformidad y se desdibujan las fronteras de los territorios nacionales, los consumos culturales diversos (sostenidos, entre otros, por migrantes) pueden constituir actos creativos y posicionamientos ideológicos frente a un escenario homogeneizante.
En Argentina estos procesos adquieren expresiones particulares. La inmigración de personas con tradiciones históricas, identificaciones, lenguas, estilos de interrelación diversos sin duda cuestiona los mitos de la homogeneidad cultural abonados en el relato sobre la conformación del Estado nacional. Los procesos de identificación con las expresiones culturales asociadas a la población migrante –sobre todo la de América Latina– deben entenderse en el marco de la transformación de las representaciones y clasificaciones que hasta el momento habían sido legítimas para referirse al “crisol de razas” de Argentina (3). La presencia de estas poblaciones plantea preguntas a los nacionalismos que naturalizan y territorializan las identificaciones (y que alterizan/extranjerizan al otro u otra). En las últimas dos décadas el imaginario nacional se vio en gran medida modificado (4). La inmigración boliviana y paraguaya, entre otras, comenzó a ser vista a partir de un prisma de hermandad que emergió acompañado por políticas multi e interculturales y de una creciente ampliación de derechos de las personas migrantes consolidada por la Ley de Migraciones vigente hace dos décadas.
Un nuevo “latinoamericanismo” propicia así el cuestionamiento de imágenes tradicionales de la Argentina “blanca y europea” y abre posibilidades para la creación y recreación de identidades culturales de los migrantes. Las posiciones y experiencias de las distintas generaciones resultan un aspecto clave a considerar en el análisis de los procesos de identificación y creación cultural aportando visiones de la identidad nacional que difieren de la hegemónica; cuestionan los esencialismos identitarios y muestran un ejercicio activo de reflexividad (5). Algunos testimonios son reveladores de estos procesos:
Nancy tiene 22 años, es hija de migrantes bolivianos provenientes de zonas rurales del Departamento de Potosí; estudia la carrera de Historia y trabaja en el puesto de verduras de su familia en áreas peri-urbanas de la ciudad de Mendoza. Ella comenta: “Yo no me siento de ninguna nacionalidad, es un invento para mí; son un invento en el que ni siquiera participaron los pueblos… Si vos pasás Yacuiba, pasás Villazón y es lo mismo, no se nota la diferencia”. La posición de Walter (también hijo de padres bolivianos nacido y criado en La Matanza) también da cuenta de estos dinamismos; se define como “porteño” (lugar donde nació y se crió), “mendocino” (lugar donde reside) e “hijo de bolivianos” (6).
De este modo, “ser boliviano”, “ser paraguayo”, “ser argentino”, “ser latinoamericano”; pero también “ser argen-chino”, “afro” o incluso “ser migrante”, se combinan de diversas maneras para diversos fines, mostrando que las identificaciones pueden constituir procesos activos en los que –lejos del estigma del migrante “no deseado” – se asuma el rol de “protagonista” de cambios culturales y sociales, redefiniendo la argentinidad en cada momento histórico.
El arte como espacio de expresión
El arte es un espacio en el que los aportes culturales se hacen evidentes. La música, la artesanía, la danza, asociadas a distintos folklores nacionales, revelan características culturales comunes: la autorrepresentación, la referencia al lugar de origen/destino, la identidad (autopercibida, adjudicada por otros y otras, esencializada o construida, negada o valorizada), la marca de la diferencia y la creación de memorias tanto individuales como familiares y colectivas (7).
Tomemos el caso de Laura. Tiene 32 años, nació en Bariloche, pero vivió, estudió y trabajó en Buenos Aires casi toda su vida. Es hija de padre y madre procedentes de Paraguay. Siente que lo que más le transmitieron de chica sobre ese país es la música. Su padre tocaba la guitarra, especialmente polcas. Sin embargo, dice “mi viejo se fue de Paraguay y no quiso saber nada más de Paraguay y cortó absolutamente todo el lazo que pudo”. La madre de Laura recordó que “jamás fue tratada como paraguaya” hasta que haciendo un trámite jubilatorio le recordaron “pero usted no es argentina; es naturalizada”. La referencia de Paraguay que tiene Laura es a través de su madre: es ella la que “sintió pertenencia” y la que siempre intentó mantener esos vínculos. Como vemos, puede existir un desfasaje entre las pertenencias jurídicas y las emocionales o imaginarias a una nación, sobre todo a partir de los cambios ocurridos con procesos migratorios de largo alcance.
Los procesos de visibilización y afirmación nacional que se juegan en estas expresiones resaltan situaciones que no deben ser menospreciadas. Como los aportes de los pueblos originarios y afrodescendientes en Argentina, se trata de producciones de sentido de colectivos que se encuentran en situaciones de subordinación y cuyas historias, memorias y expresiones artísticas han sido objeto de sucesivos intentos de borramiento. En estos casos, la reproducción de prácticas culturales asociadas a los territorios de origen puede asumir sentidos de recuperación de trayectorias diversas y de cuestionamiento y reivindicación colectiva.
Mantener viva “su” cultura, enseñarla a las futuras generaciones, son actos políticos que enriquecen los sentidos sociales.
Estas producciones interpelan las versiones hegemónicas de la historia que suelen dejarlos afuera. Mantener viva “su” cultura, enseñarla a las futuras generaciones, mostrarla a los argentinos son sin duda actos políticos que enriquecen los sentidos sociales, las estéticas y las creaciones compartidas por migrantes y no migrantes. Pueden aportar a la transformación social en tanto se asocien a procesos de fortalecimiento colectivo y cuestionen estereotipos e imágenes instaladas, y a la ampliación de derechos, luchando contra la discriminación y por la inclusión de otras historias en nuestra configuración cultural.
Una reivindicación permanente
Para gestionar la inmigración, el Estado argentino pasó de una concepción basada en el control y persecución fundamentada en una ley de la dictadura cívico-militar de 1976 a una de regularización basada en la Ley 25.871 que declara la migración como un derecho humano. Fue en aquel clima político de principios de siglo, en el que dominaba un discurso integracionista que apelaba a la hermandad latinoamericana, que una nueva generación de descendientes de inmigrantes limítrofes llegaba a la juventud despertando una conciencia de sí que fue acompañada por normativas y políticas migratorias y por una sociedad que comenzó a acercarse a los países de la región, a revisar su propia historia y a cuestionar sus orígenes. Un movimiento impulsado en gran parte por migrantes y descendientes de inmigrantes de distintos orígenes consiguió ganar algunas batallas en la lucha por la igualdad declamada.
Sin embargo, estos avances en términos de apertura y valoración de la alteridad y el pluralismo identitario nunca son conquistas cristalizadas: deben reeditarse y reivindicarse sistemáticamente. Los riesgos de un retroceso hacia la xenofobia y el racismo continúan presentes, por lo que resulta imperioso un ejercicio continuo de reflexión, desnaturalización de presupuestos y valorización de los enormes aportes que las personas migrantes realizan al conjunto. Una sociedad abierta, plural e inclusiva, más que un lugar de llegada, es un horizonte al que en ocasiones arribamos parcialmente, pero que debe orientar, día a día, aquello que construimos.
1. N. Gavazzo, Boliviantinos y Argenguayos: una nueva generación de jóvenes migrantes e hijos de inmigrantes en Buenos Aires, Grupo Editor Universitario, 2019.
2. G. Yudice, 2010, «Redes de gestión social y cultural en tiempos de globalización», en: MATO, D; AGUDO, X; GARCÍA, I. (coords), América Latina en tiempo de globalización II. Caracas. CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales.
3. Gavazzo, N. 2012. “Hijos de bolivianos y paraguayos en el Área Metropolitana de Buenos Aires. Identificaciones y participación entre la discriminación y el reconocimiento”, Tesis Doctoral, Facultad de Filosofía y Letras, UBA.
4. A. Grimson, “Nuevas xenofobias, nuevas políticas étnicas en Argentina” en: Grimson, A; Jelin, E . (compiladores), Migraciones regionales hacia la Argentina. Diferencia, desigualdad y derechos, Prometeo Libros, Buenos Aires, Argentina, 2006.
5. N. Gavazzo, op. cit. y G. Novaro, Entre seguir siendo y ser alguien en la vida. Bolivianos y bolivianos de segunda generación en Argentina. Migraciones. Nº 54, 2022.
6. N. Gavazzo, op. cit.
7. Gavazzo, N. 2002. “La Diablada de Oruro en Buenos Aires. Cultura, identidad e integración en la inmigración boliviana”, Tesis de Licenciatura en Ciencias Antropológicas, Mimeo, UBA, Buenos Aires y G. Novaro, “Viva mi patria Bolivia… Viva la patria”: Fiestas y danzas nacionales en organizaciones de migrantes y en escuelas de Buenos Aires-Argentina. Continuidades y quiebres en la transmisión generacional”, Cadernos de Arte e Antropología, Vol 9, N° 2, pp. 3-20, 2020.
Este artículo forma parte del suplemento “Los aportes de la migración al desarrollo” realizado junto a la OIM Argentina. El suplemento recorre los aportes migrantes en materia de producción de alimentos, desarrollo económico, educación, tareas de cuidado, fortalecimiento democrático y desarrollo cultural.
Podés descargar aquí el suplemento completo en formato pdf.
* Respectivamente: Doctora en Antropología por la Universidad de Buenos Aires, Investigadora Adjunta del CONICET y Profesora en la Universidad Nacional de San Martín (EIDAES-UNSAM) / Doctora en Antropología, Profesora de la Universidad de Buenos Aires, Investigadora Independiente del CONICET. /
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