¿Qué tienen en común el patriarcado y la ultraderecha?
Alejandro Grimson: Hace 20 años vos publicaste un libro que se llama Las estructuras elementales de la violencia (2003). Tengo una hipótesis y te pido que me corrijas. Creo que ese libro, cuya tesis es que el nudo de la violencia está originado en la estructura de las relaciones de género, está vinculado con la extrema derecha. Tenía ganas de que empieces explicando qué queremos decir cuando hablamos de estructura elemental de la violencia.
Rita Segato: Para pensar las nuevas derechas, que están en un momento de expansión, es útil hacerlo a partir de la estructura de género o patriarcado como sistema político, desarrollado justamente a partir de ese libro que has mencionado. El patriarcado no es una moral, no es una religión, sino un sistema político originario, es decir, fundacional, ya que se encuentra en todas las sociedades, aunque en diferentes grados y con particularidades. El gran pensador teórico-político kurdo, [Abdullah] Öcalan, sostiene que fue en el fin del Neolítico que aparece la formación del patriarcado, es decir, la dominación de género. Yo llego a mi modelo de comprensión de esa estructura que llamamos patriarcado a partir de la constatación de que existen dos ejes que se hacen visibles cuando ocurre una violación. Un primer eje, el vertical, que es el más pensado, el más conocido, es la relación entre el agresor y su víctima, donde el agresor es el sujeto más moral de todos, en donde se manifiesta el carácter híper disciplinador del agresor, ya que ve a la víctima como alguien que está siempre amenazando con desobedecer, amenazando con vivir una vida indisciplinada, amenazando con su sexualidad, con su cuerpo. Entonces él la reduce y la viola. Pero existe otro eje, igual o hasta más importante, que es el eje horizontal, lo que en su momento llamé la fratria, la hermandad masculina, pero que hoy comprendo que se trata de una corporación. Es decir, aquello que percibí inicialmente como cofradía masculina tiene en realidad una estructura corporativa. Entonces, ¿cuál es la característica de una corporación? La lealtad corporativa es el valor primero al cual la corporación obedece. Es decir, por encima del valor de la propiedad, la dignidad o la vida misma. Para el miembro de la corporación masculina es más importante conservar su masculinidad que la vida. Por eso mismo, sin una lucha antisistémica radical que modifique el fundamento del poder que es el patriarcado, pensado como sustentado corporativamente, ninguna lucha o revolución va a ser capaz de conducir a las transformaciones que necesitamos para orientarnos hacia un mundo mejor; ninguna llegará a destino. No es una cuestión del interés de una “minoría”, las mujeres en este caso. Es una cuestión de interés de la humanidad.
AG: Ese núcleo elemental de la violencia alimenta y es central para que puedan existir los Fasci de combattimento (1). Es decir, para que puedan existir los Bolsonaro.
RS: ¡Claro! El fascismo se construye así, mediante esa misma estructura. Una hermandad corporativa que se exhibe promoviendo la idea de que vale la pena ser miembro de esa fratria y se consolida apuntando hacia un enemigo común, una víctima sacrificial cuya destrucción es el proyecto compartido de la hermandad corporativa.
El patriarcado es un sistema político originario ya que se encuentra en todas las sociedades.
Un segundo tema sobre el que debemos reflexionar es acerca del robo de palabras y de tácticas que, formuladas inicialmente por el campo crítico, ahora son utilizadas raudamente por las nuevas derechas. Hoy la bronca es de las derechas, antes era nuestra. Pero es también importante entender la diferencia entre esas dos indignaciones, porque uno de los capitales políticos más importantes de la derecha es el contingente social que reclutan y seducen a partir de su situación de resentimiento, de rencor profundo. Es una obligación para las Ciencias Sociales, las Humanidades, para la Psicología y para aquellos que hoy conforman el campo crítico indagar y entender la fuente que alimenta dicho rencor.
AG: Es interesante, porque vos para hablar de las nuevas derechas y las extremas derechas primero hacés esta reflexión sobre y desde el campo crítico…
RS: Exacto. Este campo es crítico de los preceptos del capitalismo, que pueden resumirse en cinco: competitividad, productividad, cálculo de costo-beneficio, acumulación y concentración. Quienes pensamos que nuestro proyecto de vida y nuestra meta de bienestar y felicidad no coinciden con el proyecto histórico del capital, es decir, que la vida no puede ser regida enteramente por esos preceptos, son las personas que considero que constituyen el “campo crítico”. He hablado otras veces de lo que llamo “proyecto histórico de las cosas”, cuyo resultado es la cosificación de la vida y del propio sujeto deseante que transita ese camino, a diferencia del “proyecto histórico de los vínculos”, cuyo resultado es la reconstrucción de la comunalidad. De modo simplificado, podríamos decir que hay dos grandes proyectos: el de la cosificación de la vida y el de los vínculos. El campo crítico sostiene el proyecto histórico de la comunalidad y la amistad.
Imagínate el nombre “libertarios”: ¡qué robo de vocabulario! Es indignante la facilidad con que se puede robar una palabra. Detrás de esa operación hay una inteligencia que no debe subestimarse, que corresponde al antagonista de nuestro proyecto histórico. ¿Cómo proceden los antagonistas? Con su robo de vocabulario y estrategias: reclutan a sus seguidores, sus afiliados, sus adeptos entre las personas en cuyo corazón se ha anidado un enorme resentimiento y rencor producto de una insatisfacción justificada, comprensible. Ese extraordinario caudal de rencor que se encuentra allí, el odio puro que se ha soltado, surge de algunas grandes decepciones con las promesas de la modernidad y la democracia. Hablamos de democracia, pero la democracia nunca deja de ser un proyecto; no hay una democracia a la que se ha llegado. Propongo pensar la democracia como un proyecto democrático, un esfuerzo de todos los días. Por consiguiente, hay que entender qué falló. Uno de los temas que vengo pensando es que el proyecto democrático convocó a la creencia de que todo el mundo podría tener un papel protagónico en la historia, es decir alguna parcela de poder, pero eso no se cumplió.
AG: O sea hay una insatisfacción, una desilusión democrática, que no termina de encarnar.
RS: La gente siente que algo que se le prometió no se cumplió. Esta lectura no la realizo únicamente desde el punto de vista económico, sino desde la plenitud del ser. Qué tanto del ser de cada persona, que la modernidad prometió y la democracia también, no se ha cumplido para la gente ni en las estructuras de los partidos, ni en las estructuras de los movimientos sociales… y se está llegando a una profunda antipatía con la estructura del campo estatal. A la gente sólo le han quedado las iglesias que, como sabemos, traen su proyecto político y se han instalado en los nichos del campo social abandonados por la ebullición y la vocación reflexiva del campo crítico.
Ese extraordinario caudal de rencor que se encuentra allí surge de grandes decepciones con las promesas de la modernidad y la democracia.
AG: Esa fractura es lo que habilita las extremas derechas.
RS: Quien sabe aprovecharse de esto sabe muy bien que es algo de lo que se puede sacar rédito. El odio es útil porque todo fascismo cohesiona a la gente mediante la construcción de una víctima sacrificial común o enemigo a ser disciplinado o destruido. Es una estructura casi primordial, basal como la del patriarcado. El odio colectivo se dirige hacia esa víctima, que configura la existencia de una agencia colectiva de poder fascista.
AG: ¿Está la opción de pensar otro proyecto, el proyecto Otro? Porque hay un debate. Chantal Mouffe dice que este es un momento populista, esto es un populismo de derecha y hay que proponer un populismo de izquierda. Otros dicen que hay que saldar las deudas de la democracia y reconstruir el pacto democrático, por ejemplo.
RS: ¿Sabés qué creo yo? Es necesario poder imaginar, representar y proponer otras formas de felicidad. Los pueblos nos enseñan cómo existen realmente alternativas. Lo que está sucediendo en Jujuy ilustra esto. Los pueblos de repente bajaron a la ruta de los lugares más recónditos: de valles de la Alta Montaña, de la Puna, del Salar, y las mujeres, que somos las sujetas del arraigo de la continuidad de un pueblo, explican por qué: están defendiendo otra forma de vida, otro camino histórico. Estos pueblos se quedaron ahí, porque quisieron quedarse ahí viviendo de otra manera. La comunalidad implica otras reglas de existencia, donde la reciprocidad tiene un lugar central. Un cosmos que no es el mismo que el de la linealidad histórica de los monoteísmos. Y otros modelos de felicidad.
Sin embargo, no podemos crear o imaginar otra forma de felicidad, lo nuevo, porque el lenguaje está fundado en alianzas que son corporativas. Este lenguaje heredado es el lenguaje patriarcal. El corporativismo es el mal de las instituciones en el presente. La gente hace alianzas corporativas, se ayuda corporativamente, con gran prescindencia de una preocupación por discernir entre lo justo y lo injusto. La policía, las Fuerzas Armadas, la Justicia, la academia…. Todas las instituciones están corrompidas por el corporativismo.
Todas las instituciones hoy están perjudicadas por un corporativismo que anida en su seno y que ha ido creciendo. La Justicia es imposible cuando la corporatividad de la institución la afecta. La lógica corporativa que sostiene la lealtad primero a los que son miembros de mi misma corporación es mortal para cualquier proyecto democrático. En los partidos lo mismo; los movimientos sociales lo mismo. Eso nos ha perjudicado mucho, sobre todo en América Latina, porque tenemos Estados muy frágiles. Creo que debemos pensar fuera de todas las estructuras que nos propusieron, y es muy difícil. ¿Cómo imaginar el mundo fuera de todas las estructuras que tenemos profundamente inculcadas? ¿Cómo vivir de otra forma? Para mí ésta es la gran pregunta, ¿cómo dirigirnos a otras metas de felicidad? Lo importante es entender que la vida se mueve, que la historia fluye y en ese fluir podemos incidir.
AG: O sea que estamos ante una enorme dificultad y desafío. Por un lado, no se puede inventar un lenguaje de la nada. Por otro, en el lenguaje instituido, en el lenguaje heredado, patriarcal, no podemos crear lo nuevo.
RS: ¡Claro! Estamos atrapados en lenguajes emanados del campo estatal: el lenguaje de los partidos, el lenguaje de lo que llamamos la política. Existe la política y lo político. La política, esa cosa endogámica donde la lucha es por el poder, a corto plazo, electoral. Y la creencia de que tomar el Estado, tomar el poder, puede transformar la sociedad es un error. Una sociedad Otra, transformada, será la que va a construir un Estado diferente, una gestión diferente. Lo político, por otra parte, transcurre a largo plazo entre la gente, retejiendo lo social de otra manera. Es eso que ha sido abandonado por el proyecto político del campo crítico, y que la lógica corporativa ha copado.
1. Organización política fascista italiana creada por Benito Mussolini en marzo de 1919.
*Esta entrevista se difundirá en el podcast “Pecados capitales” de Alejandro Grimson y Pedro Saborido por Futurock.
Este artículo integra la serie La extrema derecha contra la democracia que cuenta con el apoyo de Fundación Heinrich Böll.
Ver otros textos de la serie aquí.
* Respectivamente: Antropólogo social. / Doctora en Antropología, teórica y activista feminista.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur