¿Qué ruge el “león Milei”?
El análisis político de las elecciones de medio término suele boyar entre el “acá no pasó nada” y el “esto cambia todo”. Los resultados de la votación para diputados y senadores de este domingo en Argentina no son la excepción. Para algunos, sólo se trata de un traspié que puede ser subsanado en los próximos dos años, cuando, dejando atrás las restricciones de la pandemia, el gobierno comience a desplegar sus demoradas iniciativas. Para otros, el resultado debería leerse como un rechazo de plano al rumbo “populista” del Frente de Todos (FdT) y una apertura del camino para un regreso triunfal de Juntos por el Cambio (JpC). Curiosamente, tanto unos como otros parecen obviar que algo más está pasando.
Sin dudas, una forma de leer los resultados es contar bancas. Así miradas las cosas, el resultado parece melifluo: triunfo claro pero no abrumador de la oposición, que le quita el control del Congreso al oficialismo, y crecimiento parejo del Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT) y la derecha que se autodefine “liberal/libertaria”.
Pero mirar con ese prisma es mirar sesgado, porque hay una diferencia importante entre el avance de la izquierda y el de la derecha por fuera de las principales coaliciones. El aumento del caudal electoral del FIT es leído por el peronismo con el corazón en la centroizquierda como una molestia temporal, el fruto de una suma de errores propios y un cúmulo de factores circunstanciales que se evaporarán no bien los astros comiencen a realinearse. Justamente por eso, lejos de tomar como insumo la agenda del FIT, el FdT la rechaza como extremista, oportunista, irrelevante, poco realista o directamente irracional.
Por el contrario, los pasos que dieron candidatos como Javier Milei y José Luis Espert fueron balizas que sirvieron para reorientar el andar de buena parte del no-peronismo inclinado hacia la centroderecha. Así, importantes referentes de JpC no dudaron en elogiar las propuestas de quienes estaban a su derecha y en tomarlas como banderas de campaña. Como dijo Milei en su discurso de celebración, no todo se trata de cuántos votos se obtuvieron sino de la capacidad para imponer agenda. “Más allá de todos los logros cuantitativos, hay un logro cualitativo… Ha vuelto el liberalismo al centro de la escena. Recordamos que hasta hace poco ser liberal era vergüenza y hoy estamos con la frente en alto y orgullosos… No solo eso, todos tuvieron que cambiar el eje del debate. Hoy se discute si es leal o no subir los impuestos y entre todos hay consenso en que hay que bajar el gasto y los impuestos y en que hay que darle libertad a la gente”.
¿Extrema derecha?
Las derechas prosperan en todo el mundo. Lo hacen de distintos modos, acudiendo a diferentes bibliotecas, rindiendo culto a panteones disímiles, impulsando políticas heterogéneas y mostrando una enorme capacidad para hacer confluir programas en apariencia irreconciliables. Así, lo que para algunos es un zigzag ideológico sin ton ni son se revela, a la postre, un sendero rectilíneo por el cual se avanza naturalizando o promoviendo desigualdades sociales, económicas y políticas. Pero si la derecha avanza en todas partes, no lo hace del mismo modo en todas las latitudes. En el caso argentino, lo que se ha venido dando es una trabajosa convergencia de distintas tradiciones con un largo historial de enfrentamientos (como los nacionalistas-reaccionarios y los liberal-conservadores) que lograron amalgamarse en su rechazo a un “marxismo cultural” brumoso y una lectura en la que el decadentismo y las teorías conspirativas se entrelazan de modo rocambolesco pero, al menos por ahora, efectivo, logrando así crecer a la derecha de la centroderecha del PRO.
Pero estos grupos, que en Argentina se presentan como liberales/libertarios, ¿conforman, como muchas veces se dice, una derecha extrema? A riesgo de caer en una discusión terminológica ardua y quizás poco fructífera quizás valga la pena traer a colación la tipología que ofrece Cas Mudde, quien entiende que hay derechas mainstream (las que juegan a la democracia liberal y se comprometen con ella), derechas radicales (que aceptan la esencia de la democracia liberal pero se oponen a algunos de sus elementos como el imperio de la ley o los derechos de las minorías) y derechas extremas (aquellas que, aún si participan del juego democrático, se oponen a su esencia poniendo en duda el principio de la soberanía popular o el derecho de las mayorías) (1).
Siguiendo este esquema, ¿podríamos calificar a los partidos liberales/libertarios como extremos o radicales? Si bien no se puede dar una respuesta unívoca a esta pregunta, creo que no es inadecuado usar —con cautela y de modo condicional— el concepto “extrema derecha”, porque varios de los líderes y referentes de estos espacios presentaron argumentos mostrando su disconformidad con los principios de la democracia liberal (2).
¿Corderos o leones?
Si uno se detiene a mirar el reciente avance de las derechas en Argentina y lo pone en perspectiva puede llegar a la conclusión de que quizás algunos analistas políticos estemos exagerando (3). Al fin y al cabo, el “despertar de leones” del que se ufanan los liberales/libertarios parece arrojar una cosecha magra incluso comparada con la historia del propio segmento. Las formaciones que comandan Milei y Espert obtuvieron un resultado inferior al que en 1989 consiguió la Alianza de Centro, que llegó a ser la tercera fuerza a nivel nacional y a elegir más de diez diputados nacionales. Así pues, ¿no se está sobredimensionando un fenómeno que, aunque de relevancia global, tiene un peso más bien escaso en la Argentina?
Como dijo Milei en su discurso de celebración, no todo se trata de cuántos votos se obtuvieron sino de la capacidad para imponer agenda.
Creo que hay al menos cinco razones por las que es necesario detenerse sobre el avance de estas derechas en Argentina. La primera ya la adelantamos: su presencia, aun con un caudal de votos que dista de ser espectacular, tuvo la fuerza suficiente para moldear al menos en parte las agendas de otros actores políticos. En este sentido, el caso argentino está lejos de ser una excepción y es más bien un ejemplo de algo que sucede en otros países, donde diferentes fórmulas de derecha encuentran techos que les impiden crecer pero también pisos que les permiten correr los parámetros de la discusión pública.
El segundo motivo es que estas derechas crecen en un contexto muy distinto de aquel en el que lo hicieron en los años 80. En ese entonces, tanto el radicalismo alfonsinista como el peronismo renovador de Antonio Cafiero pugnaban por representar de modo cabal a la centro-izquierda. Así, la Unión del Centro Democrático (UCeDé) primero y la Alianza de Centro (AC) después crecían a contrapelo del resto de los jugadores. Hoy, en cambio, las ofertas de candidatos liberal/libertarios crecen aun cuando ya hay una coalición que corteja (con sus propuestas o con los perfiles de algunos de sus candidatos) a quienes se sienten inclinados por las opciones derechistas. En ese marco, el campo de la derecha en un sentido lato se ha ampliado de manera clara (y junto con ella el abanico de propuestas que hoy parecen pertinentes).
La tercera razón por la que parece razonable no desestimar el avance de los liberales/libertarios en Argentina se relaciona con el modo en que estas fuerzas se vienen desplegando. Si en el pasado este tipo de propuestas acudían principalmente a argumentos instrumentales y hasta economicistas, hoy esas cuestiones se entrelazan con una retórica reaccionaria en la que la moral (muchas veces expuesta como moralina maniquea y brusca) ocupa el centro del proscenio. Así, y a pesar de que para muchos progresistas está arraigada la idea de que por detrás de toda política de derecha solo hay intereses pecuniarios, hay buenas razones para pensar que, en esta iteración, se está afianzando un discurso que no se derrumbará aun si se obtuvieran mejores resultados económicos en el mediano plazo.
El cuarto motivo está relacionado con el anterior y se refiera a la relación tensa que este tipo de propuestas “morales” tienen con la democracia formal/procedimental. Es verdad que, considerando la tradición claramente antidemocrática de ciertos grupos reaccionarios, podría verse como un relativo “avance” el hecho de que elijan presentarse a elecciones. Sin embargo, no debería perderse de vista que al menos una parte de los dirigentes autodenominados liberal/libertarios han expresado reservas serias con respecto a la democracia, a la que perciben como un modelo subóptimo de distribución de recursos y una amenaza para la libertad individual.
La quinta razón que quisiera mencionar para detenerse en este fenómeno es que, lejos de lo que muchos prejuicios parecían indicar, quienes se inclinan por los candidatos derechistas en Argentina no son los “niños ricos que tienen tristeza” ni residen solo en la Ciudad de Buenos Aires. Tanto las encuestas realizadas como los resultados de las elecciones parecen mostrar que esa mirada es errada. Sin embargo, sí podemos ver que los activistas son mayoritariamente varones y jóvenes. Esta composición etaria y de género de las bases derechistas no es algo “novedoso”, ciertamente, pero justamente esta falta de novedad en el siglo XXI es algo a estudiar, en lugar de limitarse a denunciar o a despreciar como si solo se tratara de una rémora atávica.
¿Nace una coalición?
¿Qué cabe esperar después de los resultados del domingo?
Es poco probable, aunque no se puede descartar del todo, que los liberal/libertarios se afiancen en el Congreso y amplíen su bloque a costa de los sectores más claramente derechistas de JpC. Eso garantizaría su continuidad como espacio independiente con capacidad de crecimiento incluso en las elecciones ejecutivas de 2023.
También se podría pensar en un escenario de relativo estancamiento, esto es, que se forme un bloque liberal/libertario que mantiene su independencia pero es incapaz de crecer de modo sustancial y se limita más bien a un rol testimonial o a apoyar algunas medidas puntuales de JpC. En esta hipótesis, todo indica que el desempeño futuro de estos grupos en próximas elecciones no mejoraría sensiblemente, sino al contrario, tendería a languidecer.
Finalmente, cabe la posibilidad de que, como fruto de la interacción en el Congreso y continuando con el diálogo que ya establecieron dirigentes como Mauricio Macri y Milei, se inicie un proceso de acercamiento de los liberal/libertarios y JpC, que podría redundar en una ampliación de la coalición cambiemita (lo que quizás lleve a tensiones internas con partidos de JpC que, al menos por ahora, se han mostrado reacios a ampliar el marco de alianzas para incorporar sectores derechistas).
1. Cas Mudde, The Far Right Today. Cambridge: Polity, Cambridge University Press, 2019.
2. A modo de ejemplo, véase la entrevista que le realizó a Javier Milei la periodista Luciana Geuna a Javier Milei, disponible en https://diarioconvos.com/2021/08/16/javier-milei-titubeo-a-la-hora-de-defender-la-democracia-y-las-redes-recordaron-tuits-de-una-de-sus-candidatas-a-favor-de-videla/
3. Independientemente de si se decide usar el calificativo de extrema derecha o prescindir de él.
* Profesor en la Universidad Nacional del Litoral e Investigador en el IHUCSO-CONICET.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur