Nos encontramos sin liderazgo mundial en algo tan global como una pandemia
Nada es más global que una pandemia. Sin embargo, encontramos que no hay liderazgo mundial, no hay gobernanza en esa globalización. Estados Unidos, que fue el gran líder constructor de las instituciones multilaterales de la post segunda Guerra Mundial, hace tiempo que renunció a ese rol y se ha dedicado a debilitarlas. ¿Quién maneja esto ahora? Nadie. Los dos países más grandes de América Latina, Brasil y México, han tenido una conducción totalmente contradictoria, están perdidos en el tema, ninguno intenta liderar. Estamos en una globalización restallante, pero totalmente anárquica.
Eso no quiere decir que no sea potencia. Estados Unidos sigue siendo la potencia de siempre, pero no lidera. Incluso el propio presidente de Estados Unidos no lo pretende. Sin embargo, no es menor potencia que durante la administración de Barack Obama, porque las empresas líderes están ahí, las mejores universidades están ahí, la capacidad de innovación está ahí, incluso en el plano militar. Lo que no se ejerce es el liderazgo. Liderar es orientar y Estados Unidos no orienta. Esa enorme potencia que son no se expresa en un liderazgo de dimensión universal.
También vemos un retorno a la centralidad del Estado. En estos casos, cuando hay crisis todos miran al Estado y a los vilipendiados políticos. La prueba está en que los presidentes que ha asumido la responsabilidad, más allá de sus aciertos menores o mayores, hoy están siendo apoyados por la opinión pública. Y ese Estado debe hacerse cargo de inmediato del daño económico social que se ha producido. En Uruguay, la oposición estaba lista para decir “vamos a enfrentar un gobierno liberal”, pero se encuentran con un gobierno que alargó el gasto hacia adelante y metió al Estado por todos lados, entonces hay una relación de cierta perplejidad.
¿Cómo analiza la respuesta regional a la pandemia?
No hubo un impacto favorable hacia una construcción de solidaridad. También las solidaridades que existían se han diluido. Lo que fue el ALBA [Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América] se ha diluido porque la propia Venezuela tiene un fracaso social tan fuerte que no tiene capacidad de liderar. El propio Mercosur, que es algo sí consolidado, muestra sus fragilidades. Uno sigue anhelando que se vigorice, que se reconstruya, pero hoy no lo estamos viendo.
De un lado México, un país que por su peso debería tener un gran rol en América Latina, continúa ejerciendo una gran influencia cultural, intelectual, no lo hace en términos políticos porque su presidente no tiene una vocación internacional. No se ve a México, más allá de esa relación con Estados Unidos, con una vocación de vertebración. Es un país muy importante pero, como hablamos hace un rato, potencia no es liderazgo.
Por otro, Brasil está actuando con un espíritu individual y no pretende ejercer un liderazgo continental, y sin embargo repercute. Brasil influye en nosotros, lo quiera o no lo quiera, por su peso específico. Creo que en algún momento se irá recuperando de esta situación de individualidad porque en ese país existen centros de poder y de pensamiento que no dejan de influir y que lo va a ir llevando a su tradicional visión internacional.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur