Jerusalén: Dividida en su seno
En el siglo XIX, Jerusalén era una ciudad modesta con una superficie inferior a un kilómetro cuadrado y donde vivían unos 15.000 habitantes. Estos estaban agrupados en el interior de las imponentes murallas, construidas bajo el reinado del sultán otomano Solimán el Magnífico tres siglos antes.
Al mismo tiempo nacía en Europa el sionismo, un movimiento nacionalista judío. Su objetivo era reagrupar al conjunto del pueblo en la antigua patria de los hebreos, Eretz Israel. Jerusalén, centro espiritual y en otro tiempo también político, se convertía ahora en el símbolo de la lucha. De hecho, una colina de la ciudad debe su nombre a este movimiento. Desde 1860, los pueblos se instalaban en el exterior de las murallas y la ciudad comenzó a extenderse. Por consiguiente, la vieja ciudad amurallada pasó a ser el casco antiguo de la ciudad.
Al finalizar la Primera Guerra Mundial en 1919, los franceses y los ingleses se repartieron lo que quedó del Imperio Otomano (Tratado de Sèvres, 1920). Fue así como Palestina pasó a estar bajo el mando británico. Por su parte, el movimiento sionista intensificó su política de inmigración dentro del país, especialmente en Jerusalén. En la ciudad, la convivencia era cada vez más conflictiva entre la población judía y la población árabe, las cuales tenían enfrentamientos frecuentes, algunos incluso muy violentos (como las confrontaciones mortales de 1920, 1936 y 1939). Sin embargo, a pesar de las tentativas británicas de frenarlo, el fenómeno de la inmigración continuó. A mediados de los años 40, Jerusalén contaba con aproximadamente 150.000 habitantes, de los cuales dos tercios eran judíos.
Línea divisoria de las aguas
El 14 de mayo de 1948, el Estado de Israel proclamó su independencia. Algunas horas más tarde, los países árabes vecinos le declararon la guerra. Al final del primer conflicto árabe-israelí en 1949, el Estado hebreo y Jordania entablaron negociaciones para determinar una línea de armisticio (la llamada “línea verde”) y delimitar su frontera. En Jerusalén, esta demarcación dividía la ciudad en dos partes: una parte occidental bajo el Gobierno israelí (38,5 km2), donde solo residían israelíes, y una parte oriental bajo el Gobierno jordano (6 km2), donde solo vivían palestinos.
A la división política y demográfica se sumaba la distinción geográfica, ya que la línea verde seguía también la línea divisoria de las aguas. Así pues, en el oeste se observaba una meseta, mientras que en el este se veían bosques en desnivel y numerosos valles y cursos de agua estrechos, sobre todo en el sur del casco antiguo de la ciudad. Sin duda, esto influyó en el desarrollo urbano, pues la topografía facilitaba el acondicionamiento de la meseta y permitió el desarrollo de un tejido urbano compacto y uniforme. En el este, por el contrario, la instalación resultó bastante más ardua, lo que explica en parte que los espacios construidos sean mucho menos densos.
Relación de fuerza demográfica
En 1967, Israel inició una guerra relámpago contra sus vecinos (la Guerra de los Seis Días) y conquistaron el Sinaí, la Franja de Gaza, el Golán y Cisjordania (Jerusalén Este inclusive). El casco antiguo de la ciudad, el lugar más sagrado del judaísmo, así como el Monte del Templo o Explanada de las Mezquitas, tercer lugar más sagrado del Islam, pasaron a estar bajo la autoridad del Estado de Israel. El Parlamento israelí (el Knesset) ratificó la anexión de la parte oriental de la ciudad trece años más tarde y proclamó a Jerusalén capital “única e indivisible” de Israel.
Al día siguiente de finalizada la Guerra de los Seis Días, los límites municipales se ampliaron pasando de 44,5 km2 a cerca de 130 km2. La mayoría de los territorios nuevamente integrados en el municipio estaban situados en el este. El objetivo fue claro: hacerse con el mayor territorio posible que tuviera el menor número de población árabe para permitir la instalación de ciudadanos israelíes en la parte oriental. En 1967, Jerusalén “reunificada” contaba con alrededor de 270.000 habitantes, de los cuales 200.000 eran judíos (75%) y 70.000 musulmanes (25%). En 2013, la población se triplicó (805.000 habitantes): los judíos representan el 62% de la población frente al 35% que representan los musulmanes. El 3% restante corresponde a cristianos y ateos.
A simple vista, parece que la parte de la población judía ha disminuido en el conjunto del municipio. En cambio, para el Gobierno israelí, el reto se encuentra en la parte recientemente conquistada. Así, Jerusalén Occidental aún está poblada esencialmente por judíos (98%), mientras que en el este, aunque si bien es cierto que la población musulmana sigue siendo mayoritaria (58%), la presencia musulmana ha disminuido considerablemente desde hace más de cuarenta años si la comparamos con la población judía (42%). Hay que recordar que antes de 1967 ningún judío vivía en ese lugar.
Por consiguiente, a pesar de que las reivindicaciones árabes para proclamar Jerusalén como capital de un futuro Estado palestino siguen siendo muy persistentes, la relación de fuerza de los grupos demográficos que impone Israel sobre el terreno hace que este hecho sea cada vez más hipotético.
Tras más de cuarenta años desde la unificación, Jerusalén se encuentra, desde luego, bajo el gobierno de una sola autoridad política. Sin embargo, la ciudad sigue estando fuertemente dividida en su interior. Las diferencias en el desarrollo entre el este y el oeste aún no han sido resueltas, a excepción de los territorios donde hay establecimientos israelíes. Además, la población palestina, que no recibió la nacionalidad israelí en 1967, nunca ha llegado a estar verdaderamente integrada y la existencia de algunos servicios públicos específicos de cada comunidad como el transporte o la educación así lo demuestra. De hecho, desde 2005, una parte de esta población ha sido excluida de la ciudad por el trazado del muro.
Existe también una división entre israelíes laicos y ortodoxos. Estos últimos se concentran en determinados barrios, ocupados en su gran mayoría solo por ellos (Mea Shearim, Géoula, etc.), y disponen de su propio sistema de educación y transporte (con la separación entre hombres y mujeres dentro del autobús). Actualmente, representan un tercio de la población de la ciudad y, por ello, poseen verdadera fuerza para reivindicar sus derechos.
Este artículo forma parte de «El Atlas de las ciudades» El mundo a través de sus grandes conglomerados urbanos
Este artículo integra la serie: Cartografías. Coordenadas de un mundo que cambia
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* Doctorando en el Instituto Francés de Geopolítica, Universidad París-8
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