El neoliberalismo enfrentará nuevos problemas de legitimación

Por Claudio Scaletta*

La globalización del coronavirus tendrá efectos económicos recesivos de largo plazo que se resumen en que la pandemia dejará inicialmente más pobres que muertos. De todas maneras, las consecuencias de la evolución de la enfermedad hasta que se consiga una vacuna, y que esta vacuna tenga alcance global, son todavía muy inciertas.

La resiliencia humana, que es la simple capacidad de adaptación de la especie, conlleva que tanto los hombres como las sociedades busquen los efectos positivos de las desgracias, de que algo quede de los malos tragos. La tarea no está exenta de voluntarismo, de querer ver el futuro a través del caleidoscopio de los propios deseos, que es casi lo mismo que las propias ideas.

Para el pensamiento económico resulta evidente la nueva confirmación empírica de la visión heterodoxa. Primero, los Estados están incurriendo en déficits más grandes porque hacen lo que hicieron siempre, pero con más intensidad: gastan antes de recaudar, es decir hacen uso de aquello que los define, su capacidad intrínseca de movilizar recursos sociales. Sólo a modo de ejemplo, el Ingreso Familiar de Emergencia se paga antes de cobrar aquello que supuestamente lo financiará: el impuesto extraordinario a las grandes fortunas, que por ahora es sólo un proyecto. Dicho de otra manera: contra las zonceras de la economía vulgar, se hace evidente que los déficits son una ficción contable que aparece registrada cuando ya fueron financiados. Luego, los Estados nacionales vuelven a estar en el centro de la toma decisiones. Cuando las papas queman, “los mercados”, locales y globales, no resuelven nada. Los economistas bajo estipendio del poder económico solo atinan a balbucear sinsentidos, también como siempre, pero en una coyuntura en la que se nota mucho más.

Podría sacarse entonces la conclusión rápida de que el efecto positivo de la pandemia será que el neoliberalismo tiene los días contados y que, como en la edad de oro del capitalismo, después de las desgracias de las grandes guerras mundiales, resurgirán los Estados benefactores y disminuirá la desigualdad. También podría creerse que las personas, encerradas por el distanciamiento obligatorio, habrán tenido tiempo de reflexionar sobre la depredación del medio ambiente del capitalismo extremo y los efectos negativos inmediatos que pueden sufrir en sus propias vidas.

Malas noticias: son perspectivas idílicas. Ya antes de la pandemia se sabía que la economía vulgar no es ciencia, sino discurso del poder, que el capitalismo extremista sobreexplota el planeta y que los mercados representan un sistema descoordinado e ineficiente para la toma de decisiones sociales. Transformar esta realidad demandará cambios profundos en las relaciones de poder, algo que podrá surgir o no de la crisis global que dejará la pandemia. Lo único positivo que puede afirmarse por ahora, es que tanto el capitalismo extremista como su ideología, el neoliberalismo y la economía ortodoxa, enfrentarán nuevos problemas de legitimación.

Este artículo integra la serie: ¿Dejará algún saldo positivo la pandemia?, parte I. Volver a nota principal.

 

* Economista.

© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

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