El lado oscuro del combate a la pandemia en Corea del Sur
Desde el comienzo de la pandemia Corea del Sur es considerado uno de los mejores países en enfrentar la Covid-19. Para el 1 de marzo de 2021, se contaban 90.372 tests positivos y 1.606 muertes sobre una población de 51 millones. Un resultado incomparablemente mejor que el de los países occidentales. Pero si comparamos con otros países de Asia Oriental, las cifras coreanas resultan bastante diferentes. En cuanto al número de muertes por cada 100.000 habitantes, hay 6,2 en Japón; 3,1 en Corea del Sur, pero 2,7 en Hong Kong; 0,5 en Singapur; 0,3 en China; 0,1 en Tailandia; 0,04 en Taiwán; 0 en Vietnam, Camboya y Laos (1).
Como se observa, sólo Japón supera a Corea; los demás países de la zona muestran resultados mucho mejores, con entre 10 y 70 veces menos muertes, por no hablar de los que no tienen ninguna. Curiosamente, Corea del Sur es considerada, sin embargo, campeona en la lucha contra la pandemia, no sólo por los propios coreanos, sino por los países occidentales que hablan mucho de esta excelencia. Cuando se cita a los países ejemplares, nunca se olvida mencionarla. Bill Gates ha declarado que es un “modelo ideal de prevención” (2). Este elogio ha contribuido a reforzar el orgullo nacional y la convicción de la superioridad del país.
Llegada del extranjero
Al llegar a Incheon, el aeropuerto internacional de Seúl, uno es recibido por el ejército. En primer lugar, los agentes de seguridad sanitaria toman la temperatura de cada pasajero, la anotan en una ficha, en la que se añaden las coordenadas del viajero, y el número de teléfono de una persona cercana con la que la autoridad sanitaria puede ponerse en contacto posteriormente en caso de necesidad. La persona que te atiende verifica inmediatamente lo que dices llamando al número para ver si es la persona que dices conocer la que contesta.
A continuación, el mentor te guía para que instales en tu celular el software que te vigilará mientras estés en régimen de aislamiento, y después. Porque todo viajero que entra en Corea, sea coreano o extranjero, debe pasar dos semanas de riguroso aislamiento. Si no tiene un smartphone para descargar este software de vigilancia, tendrá que comprar o alquilar uno en el aeropuerto. Si rechaza la invitación para instalar el software, simplemente no puede poner un pie en el país, tiene que volver a subir al avión.
Una vez pasados estos controles, un nuevo cicerone te orienta para que tomes un transporte específico, autobuses especiales únicamente o taxis desinfectados con conductor aislado en su cabina de plexiglas, a menos que te espere alguien que te cuide. Está prohibido tomar el subte. Si puedes garantizar que tendrás una habitación individual y un baño, puedes pasar las dos semanas de aislamiento en casa o con tus padres; de lo contrario, es obligatorio ir a un hotel.
Por otro lado, se reserva un carril especial para las personas de negocios: así, desde octubre de 2020, los coreanos y japoneses que van y vienen entre los dos países están exentos del aislamiento. En cuanto a los empresarios de alto nivel, se les permite ir a Europa o a otros lugares sin obligación de volver
Aislamiento
Poco después de llegar a casa, recibimos un mensaje de texto de la Municipalidad de Seúl: “Han dejado una caja de comida en su puerta. Suficiente para dos semanas. Una disposición que se considera unánimemente como un conmovedor gesto de amabilidad, que sin embargo significa que no debe salir de su habitación durante este período: aliméntese con esto, no debe encontrarse con la familia o tener sueños gastronómicos”. Los coreanos son tan disciplinados que vigilan a la persona que viene del extranjero; la familia y los vecinos se aseguran de que cumpla estrictamente las normas sanitarias. Estás literalmente encerrado en tu habitación durante dos semanas, excepto para ir al baño.
Todos los recién llegados deben someterse a pruebas en un plazo de tres días. Aunque el resultado sea negativo, hay que someterse a un aislamiento hasta el final. Si el resultado es positivo, la ambulancia acude a tu casa para llevarte al hospital.
Sin previo aviso, por supuesto, un funcionario de la Municipalidad llama a tu puerta para comprobar que estás donde debes estar. Te dice que puede volver, de nuevo sin avisar. En aislamiento, tenés que tomarte la temperatura y comunicarla, junto con otros síntomas como fiebre o dolor de garganta, tres veces al día, a horas fijas, a través del software de monitorización instalado en el celular. Si olvidas la hora exacta, el funcionario encargado de vigilarte te llamará o enviará un mensaje de texto. Otro refinamiento: si no tocas tu teléfono al cabo de tres horas, se sospecha que te has escapado abandonando tu dispositivo, que entonces suena, indicando tu silencio. Si no reaccionas, “tu” funcionario te llama para verificar tu presencia.
Al concluir las dos semanas de aislamiento, se puede salir con un tapabocas –o el equivalente a una multa de 75 euros–, y tomar un subte abarrotado, como siempre en Seúl. En cuanto al tapabocas, incluso antes de la obligación y la multa, la gente lo llevaba voluntariamente, vigilando a los demás; los bebés muy pequeños y los niños de 1 o 2 años no se salvan. Cuando entras en un restaurante o comercio, un empleado te toma la temperatura y debes dejar el código QR desde tu smartphone. De este modo, si alguna vez se detecta un caso positivo en un lugar en el que has estado, te llamarán para realizar las pruebas. Si has olvidado tu teléfono móvil, escribes tus datos en un cuaderno específico. No es posible ni prudente hacer trampa. La contradicción con las condiciones del subte no la percibe nadie.
Una extraña ilusión
Tanto los extranjeros como los coreanos tienen la impresión de que las autoridades se preocupan por la vida y la salud de sus ciudadanos. Sin embargo, Corea es el primer país de la OCDE en cuanto a muertes relacionadas con el trabajo: 10,1 muertes por cada 100.000 habitantes, cuatro veces más que la media (2,6 muertes) (3). Desde 1994, Corea sólo ha cedido dos veces este puesto. No se hace nada para salvaguardar la vida de los trabajadores obligando a las empresas a cumplir las leyes.
A finales de 2018, Kim Yong-kyun, un joven de 24 años murió aplastado por una máquina, como siempre por el incumplimiento de las medidas de seguridad por parte de la empresa; el mismo accidente mortal ya había ocurrido en la misma compañía, subcontratista de una empresa estatal el año anterior. La madre de la víctima luchó durante dos años, incluyendo una huelga de hambre durante 30 días de frío siberiano frente al Parlamento: quería evitar que otros sufrieran el mismo destino que su único hijo. El parlamento aprobó finalmente una ley que castiga a las empresas por una muerte con un mínimo de un año de prisión y una multa máxima de mil millones de wones (748.500 euros). Esta ley se aplica a partir de este año para las empresas con más de 50 empleados, pero sólo a partir de 2025 para las que tienen entre 5 y 50 empleados. Sin embargo, son precisamente estas empresas las que representan más del 85% de las muertes en el lugar de trabajo. Esta es sólo una de las muchas leyes que nunca se ha aplicado correctamente.
La Covid-19, que es objeto de tanto cuidado aparente, contribuye al aumento del número de muertes en el trabajo. Como todo el mundo ha optado por la autocontención sin estar obligado a ello, ya nadie sale a comprar nada. Todo se hace a domicilio, incluida la comida. Los repartidores trabajan una media de 71,3 horas a la semana y tienen… 12 minutos para comer. Su carga de trabajo ha aumentado en promedio un 31% (4). Los residentes pueden recibir su comida en mitad de la noche. La competencia en este mercado es feroz: sea cual sea la mercancía, el cliente nunca espera más de dos días. En 2020, al menos 16 repartidores murieron por agotamiento, según la comisión mixta integrada por el sindicato de trabajadores precarizados y el Ministerio de Trabajo.
El chivo expiatorio
A principios de la pandemia, el país estaba en estado de terror ya que tenía el mayor número de pruebas positivas del mundo después de China. A pesar de las proezas de la “K-Prevention” (como se conoce al sistema de pruebas en Corea), el clima actual sigue siendo igual de irracional.
Con cada nueva prueba positiva, la autoridad sanitaria abre una investigación personal. Utilizando teléfonos móviles, tarjetas de crédito, tickets de viaje y cámaras de vigilancia por todas partes rastrea la ruta del nuevo caso durante varios días, siendo imposible hacer trampa. A medida que surgía la pandemia, durante los meses de febrero y marzo de 2020, los medios de comunicación revelaron estas rutas y detallaron los encuentros personales con mucho detalle. Este descalabro ha convertido la vida de los que dieron positivo en una enorme pesadilla, y a menudo son tratados como una peste por sus conciudadanos. Sobre todo porque se les priva de información sobre los estudios científicos sobre las pruebas o las vacunas. Esto conduce a una especie de delirio y miedo colectivos. Existe incluso un software de evasión con un timbre en cuanto te acercas a una ruta seguida por una persona que ha dado positivo.
Un caso famoso en todo el país: una señora participa en agosto de 2020 en una manifestación antigubernamental encabezada por un sacerdote (5) que, según el gobierno, es la causa de una segunda ola. No se denunció como participante en la manifestación a pesar de las órdenes oficiales. Sin embargo, finalmente fue vista veintisiete días después de la manifestación. Prueba positiva. El número de personas con las que ha estado en contacto desde la manifestación se cuenta por cientos. La ciudad de Changwon le pidió que pagara 300 millones de wones (220.000 euros) para compensar a la ciudad por su investigación y la atención prestada a los que dieron positivo.
Varias veces al día, tu celular vibra, la pantalla se ilumina. Es para informar de una nueva prueba positiva en una amplia zona geográfica. Publicado: tal o cual barrio, tal o cual grupo de departamentos, el género, el grupo de edad… Esto alimenta un miedo permanente. Todas las noches se repite en la televisión el ritual de las nuevas cifras de positivos en las pruebas, y se especifica cuántas personas del extranjero están afectadas. Dado que todos los pasajeros están obligados a someterse a las pruebas, siempre hay algunos casos positivos. Esto alimenta la intensa desconfianza hacia estos viajeros, compatriotas o no, que no perdona a los familiares que vuelven a casa.
En diciembre de 2020, el Estado coreano decidió volver a cerrar las escuelas y promulgó un toque de queda comercial, es decir, el cierre de los restaurantes a las 21 horas y el cierre total de los cafés y bares. Esta decisión draconiana se tomó en medio de la angustia general cuando sólo había 1.000 pruebas positivas y entre 10 y 20 muertes por Covid al día; sin embargo, en tiempos ordinarios, el país tiene una media de 843 muertes diarias por todas las causas, y al día también 38 suicidios y 7 muertes en el trabajo, cifras de las que nadie se acuerda y nadie recuerda.
Uno de los partidos de la oposición, el Partido del Poder Popular (kookmineihim), criticó al Estado por gastar 120.000 millones de wones (unos 90 millones de euros) en la publicidad de la “K-Prevention”. Eficaz si se lee la prensa francesa, que reverencia constantemente las hazañas coreanas. El gobierno ha bautizado su forma de actuar como K-Prevention, jugando con la proximidad semántica con el K-Pop y el K-Drama, industrias de exportación mundial y orgullo nacional (6). Ahora los ciudadanos están convencidos de que el mundo entero está asombrado y celoso de la eficacia de su K-Prevention. Incluso se considera una prueba de su superioridad sobre los occidentales, que son los únicos dignos de interés.
En resumen, los coreanos se han convertido en rehenes de su propia imagen, que ellos mismos han creado. Nadie se atreve a plantear la más mínima duda y mucho menos a protestar contra cualquiera de estas medidas que, sin embargo, atentan contra las libertades civiles e individuales, la Constitución, el Estado de Derecho y el principio de la separación de poderes, base de toda democracia. La más mínima opinión discrepante, ya sea política, médica o científica, se considera inmediatamente y sin examen como una traición al país. Todos los coreanos, sin importar su pasado y su ya obsoleta etiqueta política, intentan de forma sincera y ciega estar a la altura del pueblo de la “K-Prevention”.
Sin embargo, Corea, el modelo de la prevención, no empezó a vacunar hasta el 26 de febrero: es el 105º país del mundo en hacerlo. Para vencer las reticencias, dos días antes de la puesta en marcha de la operación la autoridad sanitaria anunció que, en caso de muerte relacionada con la vacunación, el Estado pagaría una indemnización de 320.000 euros. La K-prevención inicia una nueva conquista…
1. OMS, “Covid-19 Weekly Epidemiological update”, Ginebra, 2 de marzo de 2020.
2. “Coronavirus : Bill Gates et la Corée du Sud s’allient pour développer un vaccin”, CNews, 10 de abril de 2020.
3. Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, “Panorama de la société”, G
inebra, 2018.
4. Encuesta a 821 repartidores, en “Informe sobre la situación de los repartidores”, de la asociación Trabajo y Salud, 2020 (en coreano) en el sitio laborguro.org
5. Véase Kang In-cheol, “Guerreros de Dios”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, septiembre de 2020.
6. Véase Stéphane Thevenet, “Les séries télévisées mondialisent la culture sud-coréenne”, Le Monde diplomatique, mai 2013.
* Sociólogo.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur