El aborto y el odio de género en Brasil
En lo que va del año 2019, y a partir de la asunción de Jair Bolsonaro como presidente de Brasil, el país atraviesa una agitación política permanente, que penetró en toda la sociedad y provocó cambios que significan un enorme retroceso en materia de derechos y garantías dentro de un estado democrático. Que Bolsonaro sea un defensor de la dictadura no es algo gratuito. Sus dichos calan hondo en gran parte de la población que lo llevó a la presidencia y una especie de onda de virulencia políticamente intolerante sacude al país desde 2018. Los blancos de este odio son, entre otros, los movimientos sociales, los intelectuales, la prensa independiente, los sindicatos, la población LGBT y los movimientos feministas. La sensación que se vive en Brasil es la de un malestar social a punto de explotar en cualquier momento.
Tres de los más destacados intelectuales brasileños tuvieron que abandonar el país ante la escalada de amenazas (por mail, por teléfono, en los medios digitales de comunicación e incluso en la calle) que tornaron sus vidas un infierno insostenible. Marcia Tiburi, Jean Wyllys y Débora Diniz se exiliaron forzosamente, ocultando sus paraderos en el exterior, como una forma prudente de resguardarse y resguardar a sus seres queridos de la furia conservadora que cada día se cobra una nueva víctima. Con los casos de violencia doméstica creciendo en número y en brutalidad, la discusión sobre la descriminalización del aborto se tornó una verdadera bomba política que condujo a que Débora Diniz tuviera que abandonar la universidad donde daba clases y realizaba investigaciones como antropóloga a causa de amenazas de vida hacia ella, sus alumnos y sus colegas.
Débora trabaja desde hace años como profesora, cineasta, antropóloga e investigadora. Su investigación más importante es la PNA, la “Investigación Nacional sobre el Aborto” publicada en 2010. Desde entonces ha producido documentales, ensayos y textos en varios idiomas para demostrar que una de cada cinco mujeres brasileñas realizó un aborto. Lo que, en números absolutos, significa que son cinco millones de mujeres en ese país las que se vieron afectadas por esta situación. La investigación sostiene la tesis de que las mujeres con más posibilidades de morir durante la práctica de un aborto, son las mujeres pobres, negras, indígenas o de barrios marginales. O sea, que la problemática del aborto, además de ser una cuestión de salud pública, es una problemática social y étnica.
Desde 2010 Débora también trabaja asesorando jurídicamente a mujeres que fueron condenadas por haber practicado un aborto. Su preocupación se centra en la vulnerabilidad adicional de las mujeres pobres y analfabetas que no pueden pagar un abogado o que, si pueden hacerlo, corren el riesgo de ser estafadas y pagar por un servicio que no les es dado.
Tu única conexión con el mundo digital hoy es Twitter, ¿verdad?
Sí, tuve que dejar Brasil en septiembre de 2018 (podemos hablar sobre esto y toda esta ola de persecución de activistas de derechos humanos en Brasil, en particular, a las feministas) lo que volvió imposible quedarme y practicar mi actividad como profesora. Las amenazas fueron contra mí, mi familia, mi esposo, mis padres, mis estudiantes. Por lo tanto, no era solo un sentido de autoprotección, sino un sentido de responsabilidad como docente; yo ya no podía estar en la universidad ejerciendo mi cargo de profesora. Y como me vi obligada a vivir otra vida que era diferente de lo que hice durante 25 años, quería mantener un poco de espacio para comunicarme con el mundo como siempre lo hice, y ese espacio fue Twitter. Entonces para mí ese lugar es como una plaza pública donde hablo y mantengo el diálogo como creo que debería ser, civilizado pero permanente, para garantizar la democracia. Me gustaría comenzar explicando a la gente, a todos los que están a favor y en contra del aborto, de qué se trata el mundo del aborto clandestino. Porque cuando hablamos de la despenalización del aborto, estamos diciendo que hay un mundo hoy que, independientemente de si el aborto está penalizado o no, está funcionando y es el mundo del aborto clandestino.
Podrías contar un poco cuáles son los métodos y los productos que se usan, cuál es la consecuencia en el cuerpo de una mujer que busca estos recursos en la clandestinidad.
El aborto en Brasil es un crimen y es un crimen en cadena. Una mujer que tiene un aborto puede terminar en la cárcel, por lo que cuando hablamos de que el aborto sea criminalizado debemos entender que estamos hablando de una de las penas más graves que el Estado puede imponer a una persona, y es la de enviar a esa persona a la cárcel. ¿Quién es esta mujer que el Estado amenaza con encarcelar? Son mujeres ordinarias. Lo que sabemos de un estudio realizado por la Organización Panamericana de la Salud es que aquí en Brasil es al menos una de cada cinco mujeres. Detente y piensa en cinco mujeres que conoces en tu vida. Una de ellas tuvo un aborto antes de cumplir los 40 años. Una de cada cinco mujeres que vos conocés ya tuvo un aborto. Esta mujer que es una mujer de tu familia, tu madre, tu pareja, tu hermana, tu hija, tu vecina, podría haber ido presa. Entonces el aborto es un evento común en la vida de las mujeres. Pero cuanto más lo criminalizamos, como sucede en Brasil, como sucede en América Latina (que es la región que más criminaliza en el mundo), más colocamos a las mujeres bajo amenaza de cárcel, y la paradoja es que aún así tenemos mayores tasas de aborto. Entonces podes preguntarme, pero ¿cómo puedo prohibir, amenazar con la cárcel y estas mujeres continúan teniendo abortos? Por dos razones: primero, porque cuando nosotros despenalizamos y colocamos el pecado, la culpa, el secreto, la clandestinidad, perdemos una oportunidad de resolver las dudas que esta mujer tiene sobre su vida reproductiva, sobre el uso de la píldora, sobre el uso del preservativo o si sufre violencia y no tiene con quién hablar. Porque si está teniendo un aborto es porque algo malo ha sucedido en su vida reproductiva. Entonces llega al hospital y tiene miedo de decirle la verdad al médico o a la enfermera. Ahí hemos perdido la oportunidad de evitar un aborto espontáneo. También perdemos la posibilidad de que esta mujer les diga a otras mujeres cómo no entrar en una situación de aborto. La criminalización aumenta el aborto. Lo que sabemos de países donde el aborto ya no es un delito, es decir, no que envía mujeres a la cárcel, es que se reduce la tasa de abortos. ¿Por qué? Porque al despenalizar podemos hablar de la situación. El método principal con el cual las mujeres abortan en Brasil es con el medicamento llamado misoprostol o Cytotec.
¿Y este abortivo es un esteroide?
No. Esta historia es muy interesante. Es un remedio para la úlcera, para el dolor de estómago. Y son las mujeres del noreste de Brasil que en la década de 1980 vieron que había una imagen de una mujer embarazada y una cruz en el prospecto, y una pequeña aclaración que decía que no se podía tomar este medicamento si estabas embarazada porque podría ser abortivo. Luego, por ensayo y error, comenzaron a usar este medicamento para abortar. Hoy es un medicamento utilizado en el mundo por obstetras y ginecólogos para que la mujer realice un aborto seguro. Este medicamento es el método principal por el cual las mujeres brasileñas tienen un aborto. Entonces la pregunta es, si es un delito, ¿de dónde obtienen este medicamento? En el mercado clandestino. Van a la farmacia a la vuelta de la esquina, van con traficantes de drogas y compran este medicamento. No saben lo que están usando. Y el problema es que a veces piensan que están usando Cytotec, pero de hecho no lo saben. Entonces, la criminalización del aborto es esto lo que hace. Provoca que incluso el acceso a la información esté sujeto a persecución. ¿Por qué? Porque la criminalización hace que se produzca este estado de pánico. El acceso a la información permite a las personas tomar sus decisiones. Solo para aclarar esta parte, una mujer que quiere abortar es una mujer común, está entre nosotras y la amenaza provoca situaciones de angustia que magnifican las violencias. Las mujeres van a obtener información a escondidas, “voy a conseguir la medicina a escondidas, pero no iré a un hospital a preguntar por lo que estoy viviendo”. Así piensan porque temen que los médicos las denuncien. El médico puede denunciar a una mujer porque sí, porque lo que ella hace es contra la ley y contra los códigos de ética.
¿Qué información tenemos sobre este mercado estructurado y clandestino que se está beneficiando con estas situaciones?
Tiene que ver con intereses políticos. Daré dos respuestas sobre lo que es este mercado, a partir de lo que sabemos: una respuesta teórica y otra respuesta de estudio. La respuesta teórica es que cada vez que tenemos un evento común en la vida de las personas, y este se criminaliza, como sucede con el uso de drogas, con el uso de cannabis, por ejemplo, hemos creado un espacio para crear un mercado clandestino rentable que mueve grandes intereses corporativos. La marihuana es un claro ejemplo para nosotros de lo que sucede cuando la salud necesita de la intervención del Estado. Y no estoy comparando el uso de drogas para esparcimiento, estoy hablando de cuando se trata de un remedio, de cuando hay una necesidad de salud. Estoy diciendo que el aborto es una necesidad de salud pública. Cuando criminalizamos una necesidad de salud, las personas recurren al mercado clandestino. Y lo que sabemos sobre estos mercados es muy poco, porque los estudios son difíciles de hacer. Sabemos que tenemos a las corporaciones médicas, grupos médicos que se benefician mucho más con un aborto clandestino de lo que ganarían si fuera legal. Como pasa con los traficantes de drogas que vendem Cytotec, ellos ganan mucho dinero. El Cytotec es un medicamento muy barato producido en la India y en Brasil, pero las mujeres tienen acceso a cada medicamento por alrededor de $50 y $ 70 en el mercado clandestino, cuando su precio es de $1 o $2. Esta es la evidencia que tenemos de cuando hice un estudio que analizó un grupo de demandas a mujeres que fueron acusadas de comprar Cytotec. Y lo que también vimos fue que en el mercado clandestino se producían situaciones de abuso sexual contra estas mujeres en las clínicas clandestinas, además del mercado lucrativo de drogas a su alrededor y a su inmensa vulnerabilidad.
Todo mercado clandestino debe tener algún tipo de vínculo con el sector político para sobrevivir, como la policía o el Parlamento. ¿Hay alguna investigación sobre esto?
Los periodistas de investigación saben más que los científicos. Los artículos que investigan las clínicas de aborto mostraron el papel de la policía para asegurar ese espacio como un espacio que no sería desaprovechado por corporaciones policiales más grandes. En esta área, el periodismo se mostró mejor que la ciencia. Aunque hay muy poco investigado sobre el asunto, sabemos que existen lazos y vínculos fuertes entre sectores burocráticos del Estado y el mercado clandestino del aborto.
¿Se puede decir que la problemática del aborto afecta más a sectores sociales y étnicos más vulnerables?
Sin lugar a dudas, la criminalización del aborto tiene un mayor impacto cuanto más vulnerable sea la mujer. Cuanto más joven sea, si es negra, parda, o indígena, y si tiene menos educación hay más posibilidaes. Observamos a esta mujer promedio, que es una de cada cinco, si ella es una mujer común, que va a sufrir los riesgos de esconderse, por lo que puede morir, o por lo que puede tener secuelas permanentes en la vida, estas son las mujeres más pobres, más vulnerables y las más dependientes del Estado. ¿Quién comprará los medicamentos en el mercado clandestino? ¿Cómo podemos perseguir a estas mujeres marginales que no tendrán acceso a las mejores clínicas y van a pasar sin control, en la clandestinidad, por estos métodos que son profundamente riesgosos y que pueden morir?
¿Cuál es el nivel de mortalidad que existe?
Este es un hecho que depende directamente de las capacidades de monitoreo de lo que llamamos comités de muerte materna, y cada muerte de una mujer en edad reproductiva durante el período que podemos llamar puerperio o durante el embarazo debe investigarse. Aquí hay un punto muy importante, el punto fundamental de una discusión sobre la despenalización del aborto es, por supuesto, la muerte de una mujer. Una mujer que muere en edad reproductiva por una necesidad de salud debería ser considerado un crimen del Estado. Pero tenemos otros problemas también. Esta mujer arriesgando su vida, esta mujer común y corriente que tiene que ir al mundo del crimen, esta mujer que ya es madre (porque muchas madres intentan el aborto porque saben que no pueden sostener a más hijos) tiene que arriesgarse a morir en el mundo del crimen. No estamos hablando de la fantasía de una adolescente, de una niña que va a una fiesta y tiene relaciones sexuales. No, estamos hablando de mujeres que saben lo que es criar un hijo y que, por cualquier contingencia, quedaron embarazadas. Y que son tan responsables de su maternidad que no pueden tener otro hijo.
¿En qué medida se retrocedió este año, con la elección de Bolsonaro, con respecto a los derechos de las mujeres sobre sus cuerpos?
Diría que el retroceso brasileño fue tremendo en el último año, especialmente después de la campaña y el comienzo de la campaña del presidente Bolsonaro. No sólo hubo una evangelización del Estado brasileño, sino una religiosidad de las instituciones del Estado brasileño. Pasamos por una crisis política que se canalizó en la persecución a las mujeres, a las poblaciones LGBT y a las discusiones sobre temas de género. Esa fue la bandera por la que él fue elegido. Fue elegido a partir de la demonización de los movimientos sociales en los que se refugian las minorías. Él supo explotar el mecanismo de producción de noticias falsas, y así se construyó un odio masificado contra las mujeres, los movimientos LGBT, los indígenas y todas las minorías. Brasil es un laboratorio experimental de la potencialidad de los medios digitales para la distorsión de la realidad. Te daré una experiencia concreta: durante los primeros seis meses de la presidencia de Bolsonaro tuvimos el mayor número de proyectos de ley sobre el aborto en el Congreso Nacional, la gran mayoría de ellos es para una mayor criminalización del aborto. Y poner a una niña de 9 años en la cárcel, y poner a una adolescente de 18 y 19 años que es violada y abortó a cumplir una pena de prisión…. En este momento existe un debate parlamentario sobre la criminalización total del aborto, incluso para salvar la vida de la mujer. Esto avanza en silencio porque los escándalos de corrupción lo tapan todo. Pero la acción moral se está moviendo en el Congreso Nacional formado por parlamentarios religiosos que creen que la religión viene antes de la Constitución.
¿Por qué se aboga por la despenalización del aborto hasta las doce semanas de gestación?
Lo que sabemos por los estudios de mujeres que tienen abortos es que las mujeres tienen abortos alrededor de la décima semana, como máximo hasta la semana once a doce. Esta es la experiencia de las mujeres en aborto, incluso en países donde es legal. Al establecerse en la semana doce, se intenta asegurar el acceso al derecho al aborto seguro, aquel que las mujeres pueden realizar por su cuenta. Entonces, en países como Colombia, donde hay medidas permisivas para el aborto, las mujeres reciben el medicamento y lo hacen solas en casa. El aborto es un acto individual de las mujeres. No es necesario llamar al médico. La decisión para la duodécima semana no sólo respeta que el acceso al medicamento sea seguro y económico, sino que también sea una decisión de las mujeres en la tranquilidad de su hogar, con su pareja, con su familia, sin tener que involucrar a los equipos médicos.
Un intelectual siempre está pasando por situaciones difíciles, ¿cómo fue para ti y para tu familia esta situación de tener que exiliarse?
Soy una intelectual comprometida; soy una feminista que hace uso del conocimiento de la ciencia, éste es mi lugar en el mundo. Mis temas siempre han sido los difíciles, en los que podía usar lo mejor de la ciencia para ayudar a pensar y hacer nuevas preguntas, encontrar nuevas respuestas. Pero desde que comencé a trabajar en litigios estratégicos en la Corte Suprema de Brasil, el tema del aborto ha sido central en mi vida. Nunca me intimidó un intenso debate, con personas que se entusiasmaron, porque pensé que era parte de un proceso pedagógico y emocional para pensar mejor. Entonces, desde que presentamos la demanda para despenalizar el aborto en la Corte Suprema junto al PSOL (Partido del Socialismo y la Libertad) se convocaron las audiencias públicas que tuvieron lugar en agosto de 2018, y fui una de las convocadas para presentar lo que la ciencia sabe. Allí fue que mi vida cambió. Las amenazas llegaron de muchas formas, contra el decano, contra los jefes de mi departamento. Y las amenazas eran que iban a hacer un atentado en la universidad si yo regresaba. Que ya no podía ser profesora. Eso era, y lo digo así, la pena de destierro. Y se extendió en amenazas a mis padres, marido, familia en general. El intento de regresar a Brasil, ya sea para recibir un premio o para lanzar un libro, fue precedido por amenazas de que mi presencia no solo me perjudicaría a mí sino a todas las personas que me invitaron. Un claro intento de silenciarme. Entonces elegí hacer desaparecer mi cuerpo, pero no silenciarme. Continuar desde el exterior una lucha que ya me deparó la mayor parte de mi vida, la mía y la de mi familia. No me callaré. Esta es una demostración de resistencia y de defensa de los valores democráticos. Estas personas serán descubiertas, serán expuestas en público y serán parte de una historia de cuando la democracia brasileña estaba bajo amenaza, y tendrán un nombre en este capítulo.
¿Podemos decir que esa violencia se generó en el fundamentalismo religioso?
El lenguaje es fanático, es un lenguaje bélico y con tintes religiosos. Pero no sería prudente decir que proviene de alguna comunidad religiosa organizada. Hace uso de una retórica disponible para el fanatismo, una retórica del terrorismo, por eso habla de masacre y hace uso de la retórica religiosa, porque el tema del aborto lo provoca. Y también en esa retórica existe una evidente descalificación de género. Porque las amenazas también eran sobre violarme y hacerme abortar. Sobre mi autoridad, siendo que soy mujer y no puedo hablar de cosas que solo competen a la figura de un Dios patriarcal. No creo que sea casual el hecho de que yo sea una mujer.
Casualmente, las tres figuras más famosas exiliadas durante el gobierno de Bolsonaro son Marcia Tiburi (una mujer escritora, profesora e intelectual), Jean Wyllys (profesor, intelectual, escritor y activista por los derechos LGBT) y vos (mujer, profesora, escritora, cineasta, intelectual. ¿No te parece que hay un patrón?, que se puede percibir algún tipo de odio patriarcal materializado en violencia política…
No es una coincidencia que seamos la profesora Marcia Tiburi, un ex diputada, Jean Wyllys, ex diputado también, y yo. Hay una cruzada de género. Es lo que puedo describir. Una guerra que proviene de una moral patriarcal, de una supremacía masculina en el poder. La cual se expresa contra las mujeres que ocupan espacios de habla o de escritura, y contra un hombre gay que ocupa un espacio de representación política de la comunidad LGBT. Marcia incluso era candidata para el gobierno del estado de Río de Janeiro, por lo que había dos involucrados en una política formal, y la mía, una política de derechos humanos, con toda la acción a través del Poder Judicial. No es una coincidencia; es imposible no reconocer que el hombre este, un patriarca en el sentido más retrógrado, esté en la representación del poder y sea voz para la provocación del odio y el repudio hacia los que trabajamos para la garantía de los derechos fundamentales. Entonces sí: en Brasil hoy existe una moral patriarcal, una cruzada y un evidente odio de género.
* Respectivamente: Productora cultural y feminista. / Periodista (Twitter: @juanmapdomongu1).
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