Egipto: ¿una nueva etapa?
La decisión del presidente egipcio Mohammed Morsi de destituir al mariscal Hussein Tantawi y nombrar a Abdel Fattah Al-Sissi como nuevo ministro de Defensa y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas es un paso importante en la historia –todavía breve, no lo olvidemos– de la revolución egipcia que empezó el 25 de enero de 2011. El presidente también despidió a los principales líderes de las fuerzas armadas: el jefe del Estado Mayor (Sami Annan), los jefes de la Fuerza Aérea y la Marina, el de Defensa Aérea… ¡Tantawi y Annan habían sido condecorados y nombrados consejeros del presidente!
Morsi también anuló el decreto constitucional que había sido aprobado por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA) en vísperas de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales y que en su momento describí como un intento de golpe de Estado (recordemos que, en virtud de este decreto, el presidente quedaba sin autoridad para revocar a los jefes del ejército).
El nuevo texto de la Constitución decretado por el Presidente le atribuye a éste todos los poderes ejecutivos y legislativos, así como la posibilidad de designar una nueva Asamblea Constituyente en caso de que la existente se revele incapaz de llevar a cabo su tarea.
Por último, Morsi nombró al juez Mahmud Mekki como vicepresidente. Este magistrado es conocido por su independencia y por su participacion, en 2005, del movimiento de los jueces egipcios contra la injerencia del poder político, que Mekki no se ha cansado de denunciar.
Un informe de Amnistía Internacional recuerda que a principios de 2012, Sissi –por entonces jefe de inteligencia militar– se reunió con una delegación de la organización preocupada por el uso de pruebas de virginidad. En esa ocasión, Sissi respondió que esas pruebas se hacían para garantizar que los militares no fueran acusados de violación, pero también aseguró que no se repetirían.
Un ejército debilitado
Recordemos que Morsi, miembro de los Hermanos Musulmanes, fue elegido presidente en junio de 2012. Es la primera vez que un civil es electo para encabezar el Estado egipcio desde que los “oficiales libres” asumieron el poder en julio de 1952. Recordemos también que en 1954 ya había surgido un duro enfrentamiento entre los militares y los Hermanos Musulmanes.
Todavía es difícil medir el impacto de esta decisión y saber si se encontrará con una oposición dura dentro del ejército o del poder judicial que cuestione su constitucionalidad. La prensa egipcia cita fuentes dentro del CSFA según las cuales se trataría de una decisión esperada que no sorprendió a Tantawi. Es posible que exista entre los oficiales una corriente que quiera terminar con Tantawi, un representante del antiguo régimen y su corrupción, y encontrar un nuevo equilibrio entre el ejército y el poder civil . El reciente ataque contra militares egipcios en Gaza, que dejó dieciséis muertos, no hizo sino quitarle prestigio al ejército. Morsi aprovechó entonces la oportunidad para destituir al jefe de inteligencia.
Entre las primeras reacciones se encuentra la de Abdel Moneim Abul Futuh, que salió cuarto en la primera vuelta de las elecciones presidenciales y anunció su apoyo a Morsi. [A modo de recordatorio, los resultados de los cuatro candidatos principales en aquella primera vuelta fueron: Morsi, 24,8% de los votos; Ahmed Shafik (candidato del antiguo régimen), 23,6%; Hamdin Sabbahi (nasseriano), 20,7%, y Abul Futuh, 17,5%.]
Esta crisis confirma el debilitamiento del papel del ejército. Luego de la segunda vuelta de las presidenciales, este último –o en todo caso el CSFA– dudó en aceptar el resultado: la Comisión Electoral se tomó una semana para proclamar la victoria de Morsi, aun cuando los números se conocían desde hacía tiempo (1). Ahora da la impresión de que ya no hay vuelta atrás.
Pero ello no resuelve en absoluto los problemas del futuro de Egipto, que enfrenta dos grande desafíos de política interior: la consolidación de un régimen democrático representativo y las transformaciones económicas y sociales. Para abordar la primera, los Hermanos Musulmanes deberían participar en la solución, ya que en este país no puede haber democracia sin su participación en todos los asuntos, en la misma medida que las otras fuerzas políticas. Para la segunda cuestión, las cosas no son tan obvias: los Hermanos, o en todo caso sus líderes, promueven el liberalismo económico y la economía de mercado. Pero no están relacionados con el capitalismo depredador que ha venido saqueando Egipto durante dos décadas y, aun conservando su orientación, podrían “moralizar la vida económica”, lo cual no sería una victoria menor.
Un artículo de Egypt Independent lo recuerda: los egipcios de entre 18 y 29 años de edad representan un cuarto de la población y la mitad de ellos vive en la pobreza. Estos jóvenes derrocaron a Mubarak para salir de esta miseria y recuperar su libertad y dignidad, y no están dispuestos a olvidarlo.
1. Véase Alain Gresh, “Época de cambios”, nota web, junio de 2012. www.lemondediplomatique.com.ar.
*Esta nota fue originalmente publicada en Les blogs du Diplo, Le Monde diplomatique, París, http://blog.mondediplo.net/2012-08-12-Egypte-une-nouvelle-etape.
* De la redacción de Le Monde diplomatique, París.
Traducción: Mariana Saúl