Caer en el monotributo
Era difícil conseguir lo que buscaba. La cursada de Trabajo Social en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires le generaba ciertas dificultades para conseguir trabajo. El rebusque como niñera –una de las pocas salidas laborales para estudiantes jóvenes– colmaba su paciencia y nunca engordaba el bolsillo. Por eso, cuando en 2016 una amiga le contó que en la empresa de e-commerce en la que trabajaba estaban buscando gente para tareas de atención al cliente, Lucía no lo dudó. En un principio era temporario. Necesitaban más personal para las semanas del hot sale, cuando la demanda aumentaba exponencialmente ya que los precios de los productos podían llegar hasta un 50% de descuento. Vendían de todo, desde pañales hasta muebles. No lo dudó. Menos cuando se enteró de que la jornada laboral era de seis horas y flexible –ideal para cursar, pensó–, y además, en blanco.
A sus veinticinco años, Lucía tendría un muy buen salario, obra social, vacaciones pagas y la empresa haría los aportes para su futura jubilación. Después de los primeros salarios, se fue a vivir con un amigo. La estabilidad económica le permitió pasar a la independencia personal. Si bien el trabajo en sí no le significaba un gran desafío –atendía el teléfono y respondía las preguntas que le hacían los clientes a través de la plataforma de Mercado Libre–, el clima de trabajo era ideal. La mayoría de las sesenta personas que trabajaban eran como ella, jóvenes estudiantes, por lo que se empezó a formar un núcleo de compañerismo y hasta de amistad. Pero a principios de 2018 esa felicidad comenzó a experimentar las primeras rajaduras: seis trabajadoras de su misma área fueron despedidas sin ninguna razón. Fue el principio del fin. Además de los despidos, el volumen de trabajo había caído: la gente ya no compraba. A los pocos días la llamaron a la oficina del jefe.
—Lucía, no nos queda otra opción que echarte.
Adiós al trabajo en blanco, adiós a un salario regular, ¡adiós al aguinaldo!, a las vacaciones pagas, a la obra social, a los aportes jubilatorios. ¡Bienvenido el monotributo!, las changas, los malabares, trabajar cuando se pueda, como se pueda, por el salario que sea. ¡Hola precarización!
En lo que va del segundo semestre de 2019, Lucía combina la Facultad con tareas como fotógrafa de eventos sociales, encuestadora y preceptora en un club social. ¿Su vida cotidiana es una excepción o se parece más a la regla que (des)organiza las vidas de miles de jóvenes de sectores urbanos en la Argentina de los últimos años?
Según los datos del INDEC, la desocupación creció de forma acelerada entre los últimos trimestres de 2017 y 2018. La tasa de desempleo pasó del 7,2% al 9,1% y el primer trimestre de 2019 alcanzó los dos dígitos: 10,1%, una cifra que no se registraba desde el 2006.
Así lo analizaron en un completo y minucioso informe denominado “Agenda urgente para una sociedad de trabajo”, producto de una reflexión colaborativa de distintos centros de investigación y especialistas en relaciones laborales y mercado de trabajo, entre ellos, el Centro de Estudios Atenea, el Centro de Capacitación y Estudios sobre Trabajo y Desarrollo (CETyD IDAES/UNSAM), el Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (CIFRA-CTA), el Instituto de Trabajo y Economía (ITE-GA), el Observatorio de Coyuntura Económica y Políticas Públicas (OCEPP). Dice el informe: “El trabajo en relación de dependencia que se encuentra al margen de las normas laborales –es decir, el empleo no registrado– afecta a 3,3 millones de trabajadoras y trabajadores en empresas, a 350 mil empleadas y empleados del sector público y a casi un millón de trabajadoras particulares –el 98% de este colectivo son mujeres–. […] En conjunto, 9 millones de trabajadorxs atraviesan severos problemas de empleo –entre desempleo e informalidad– y perciben ingresos inferiores al promedio. Este grupo representa al 46% de la población”.
Según este análisis, algunas de las más graves consecuencias que deja “la herencia del gobierno de Cambiemos en materia laboral” son: “el empleo no registrado otra vez en crecimiento” y “un avanzado proceso de flexibilización laboral de hecho”.
Concretamente, y según datos de un informe titulado “El rol del monotributo en la precarización laboral” elaborado por el Observatorio de Comercio Exterior, Producción y Empleo (CEPE) de la UMET, “uno de los fenómenos que ha cobrado gran importancia en los últimos tres años ha sido la inscripción de trabajadores al monotributo mientras se destruyen empleos formales. Esto es consecuencia de la falta de políticas de protección laboral en un contexto de inestabilidad económica, con su correlato en el importante deterioro de las condiciones de trabajo”. En números, a partir del análisis de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), la evolución del trabajo registrado per cápita desde noviembre de 2015 a octubre de 2018 es alarmante: mientras que la cantidad de asalariados formales en el sector privado cayó un 4% y en el sector público un 0,9%, los monotributistas aumentaron en un 6,2%.
El emprendedor monotributista
Maite siempre tuvo trabajo registrado. Abogada recibida de la UADE, pasó de trabajar varios años en el área de legales de la concesionaria FIAT a ingresar, en 2016, en un instituto de inglés –una franquicia de una empresa multinacional– como co-directora. En el nuevo trabajo notó que primero cambiaron la razón social. También registró algunos manejos poco claros. La despidieron a ella y a varios compañeros. En 2018 la franquicia cerró. Sin trabajo y embarazada, Maite juntó a diez amigos que también estaban desempleados (la mayoría habían sido despedidos de Tarjeta Shopping) e iniciaron un emprendimiento. Maite sabía cocinar muy bien, algunos estaban dispuestos a aprender, otros habían sido mozos. Lo tenían: una empresa de catering. Había que registrarse en el sistema de monotributo. Eso hizo Maite, y así fue cómo empezó Pat Catering, que ya lleva un año ofreciendo servicios de comidas en eventos y que se convirtió en una fuente de ingreso para todxs, aunque cada uno tiene, aparte, otra changa.
A diferencia de Lucía y Maite –ambas desean volver a encontrar un trabajo registrado o, al menos en el caso de Maite, convertir el emprendimiento en una empresa–, Dolores le encontró el gusto a ser freelance. Si bien no lo eligió –fue despedida de la empresa Yahoo, donde trabajó durante tres años–, ahora trabaja por proyectos en redes sociales. Lo hace como monotributista. Sin jefes y sin horarios fijos, aprendió a organizarse de tal manera que gana el mismo salario que cuando trabajaba en la oficina.
Los tres casos, con sus matices y diferencias, son ejemplos de lo que Alberto Fernández llamó, en el segundo debate presidencial en la Facultad de Derecho de la UBA, “la uberización del trabajo”. Dijo: “Tenemos un Presidente que piensa que el trabajo es un costo y, por lo tanto, no se preocupa. Los emprendedores que él alentó son monotributistas que se suben a una bicicleta y reparten pizza”. Como contracara, sostuvo que las sociedades más modernas son las que garantizan mayor “trabajo registrado”.
Monotributo estatal
Cuando en 2016 a Julián le ofrecieron un trabajo en el ex Ministerio de Modernización –actual Secretaría–, se tomó algunos días para pensarlo. Después de muchos años de trabajar en un bróker de seguros, un lugar que mucho no le gustaba pero en el que estaba cómodo y en blanco, lo tentó la idea de incursionar en el Estado. Lo veía como un crecimiento personal y una forma de darle un giro a su carrera.
Primera reunión y primera sorpresa: si bien el salario empataba al del bróker, incluso era un poco mejor, ya no estaría en blanco. Es decir, debía hacerse monotributista para trabajar en el Estado. Julián lo pensó mucho: no quería perder los beneficios de la obra social, sobre todo para su hija. Lo terminaron de convencer las múltiples promesas de un eventual pase a planta permanente. Nada fue como pensaba. Pasó la primera Navidad con la incertidumbre de la renovación del contrato. Y cuando surgió la posibilidad de que lo pasaran a planta permanente, la propuesta incluía una reducción salarial del 35%. ¿Qué hacer? Julián no tenía mucho margen: si apenas llegaba a fin de mes con el salario ¿cómo iba a hacerlo con una drástica reducción? No podía darse el lujo de dejar el monotributo.
El crecimiento de los monotributistas también se explica por otro fenómeno que se dio en los últimos años. El informe del CEPE (UMET-CITRA) señala: “Se trata de una relación de dependencia ‘encubierta’, en detrimento del empleo asalariado formal. Estos trabajadores se podrían definir como asalariados para los cuales se encubre la relación de dependencia con su empleador a partir de su registro en el régimen monotributista. Así, este tipo de relación de trabajo sustituye al empleo formal. Al mismo tiempo, aumenta la precarización, en tanto estos trabajadores cuentan con menos derechos laborales”.
En números: entre 2016 y 2018, el “empleo encubierto vía monotributo” se constituye como el único tipo de trabajo asalariado que se incrementó en los principales aglomerados urbanos del país: “Este crecimiento del uso del monotributismo para encubrir la relación de dependencia se observa a la vez que se han destruido cerca de 45.000 empleos formales, los que equivalen a aproximadamente la mitad de estos nuevos puestos de trabajo precarizados”.
Julián es uno más de los asalariados “encubiertos vía monotributo”. Son los trabajadores que cuentan con un puesto de trabajo fijo a tiempo indeterminado: el 84% de los asalariados que aportan al monotributo están en esa situación. “Ésta constituye una de las principales características de la contratación de empleo formal. En este sentido, el uso de estas formas para el empleo de monotributistas es un reflejo del deterioro de las condiciones laborales, al usarse este régimen contributivo para puestos que debieran ser asalariados y formales”, aseguran. Tres de cada cuatro trabajadores bajo este tipo de relación de dependencia encubierta presentan factura al empleador como contraparte al sueldo recibido. “De esta forma, se puede apreciar que el aporte por cuenta propia no es únicamente una elección del empleado, sino que el empleador tiene un rol activo en el uso del monotributo para generar relaciones laborales sin el registro correspondiente”.
El caso de Julián tiene puntos en común con el de Florencia, que entró al Ministerio de Economía en 2014 a través de la Ley Marco de regulación del empleo público, un paso previo a la regularización total. En esta figura se reconoce la relación de dependencia, existen todos los aportes patronales y derechos establecidos en la Ley de Contrato de Trabajo, pero el contrato es a término, es decir, se renueva anualmente.
En 2018 Florencia entró en la última camada de despidos de esa cartera. Junto con el de ella, dieron de baja otros 105 contratos de compañeros suyos. Después de varios meses desocupada, Florencia consiguió un trabajo en el sector de prensa de la Secretaría de Salud –ex Ministerio–. Ya ni siquiera había Ley Marco. Ahora debía hacerse monotributista y facturar.
Monotributo en bicicleta
La situación que atraviesan muchos trabajadores del sector público se replica en el sector privado, en empresas conocidas por tener en situaciones de precarización absoluta a sus trabajadores, como los casos de Rappi y Glovo, que exigen a sus repartidores hacerse monotributistas. Según analizan en el informe de “Agenda urgente”: “[Se trata de] uno de los mecanismos utilizados por las empresas formales para evadir las normas laborales. Consiste en contratar a los trabajadores encuadrándolos como independientes, exigiéndoles la inscripción en alguno de los dos regímenes existentes (Monotributo y autónomo) y la emisión de facturas por las actividades. Así la empresa cuenta con documentación legal que respalda un supuesto intercambio comercial y reduce la posibilidad de que el organismo fiscalizador identifique el vínculo laboral […]. En definitiva pretenden encubrir el vínculo laboral y en consecuencia los trabajadores se ven despojados de todos los derechos propios del empleo asalariado”.
Andrea Del Bono, investigadora del CONICET con sede en el Centro de Innovación de los Trabajadores (CITRA), explica: “En los últimos cuatro años, se ha retrocedido enormemente en el plano de la regulación de las condiciones de trabajo de los argentinos. Cuando el Estado da un paso al costado, renunciando a su rol de legitimación, mediación y arbitraje de las relaciones laborales, las empresas ven la oportunidad para flexibilizar, tercerizar y externalizar trabajo; estos procesos conllevan inexorablemente el deterioro de las condiciones laborales. La clave del crecimiento económico está en la creación de empleo genuino y trabajo de calidad, con plenos derechos para los trabajadores y trabajadoras antes que en competir con condiciones laborales a la baja.”
Entonces, el desafío que deberá afrontar el nuevo gobierno será el de regular y crear nuevos puestos de trabajo no precarios. Y más aun cuando, según los analistas consultados para esta nota, se vuelve “imprescindible entender que la destrucción y la precarización del empleo de ningún modo son tendencias inexorables hacia el futuro, ni tampoco constituyen el resultado inevitable de la incorporación de nuevas tecnologías”.
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Argentina, fracturada y rebelde
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Escriben: José Natanson, Ariel Wilkis, Sol Montero, Pablo Touzon, Pedro Saborido, Estefanía Pozzo, Gabriel Túñez, Tali Goldman, Carlos Greco, María Florencia Alcaraz, Mariana Álvarez Broz, Eleonor Faur, Juan José Becerra, Luciana Garbarino y Nicolás Viotti.
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* Periodista. Autora de La marea sindical, editorial Octubre, 2018.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur