Chile decide
Mirada desde arriba, la Plaza de la Constitución tiene forma de equis: son cuatro triángulos concéntricos, tres de pasto y una explanada de cemento en cuyo borde se alzan mástiles con banderas chilenas. Desde el centro se ve el frontis de La Moneda, el Palacio de Gobierno chileno. Su diseño actual fue parte de la remodelación posterior al bombardeo de las Fuerzas Armadas durante el golpe militar de 1973. El 10 de agosto, a menos de un mes del plebiscito ratificatorio en el cual la ciudadanía chilena decidirá si aprobar o rechazar el texto elaborado por la Convención Constitucional elegida en mayo de 2021, el gobierno instaló allí un quiosco para repartir ejemplares. La Plaza de la Constitución se convirtió en un punto clave del proceso constituyente abierto en 2019 con un multitudinario estallido social.
A partir de ese día, las filas para conseguir una copia del texto propuesto han sido una constante en ese quiosco y en todos los puntos del país donde el gobierno reparte las copias. A menudo, en sus actividades públicas, se le pide al presidente Gabriel Boric que las autografíe. Los ejemplares se han impreso a través del Ministerio Secretaría General de Gobierno con fondos destinados por la propia Convención, dando origen a más de 900.000 copias para distribuir en forma gratuita. Pese a que ni el presidente ni su gabinete han dicho explícitamente que votarán por la opción Apruebo, la oposición reclama que la distribución de textos es un atentado a la prescindencia y que autografiar copias constituye un acto de campaña.
Las filas para conseguir una copia del texto propuesto han sido una constante en ese quiosco y en todos los puntos del país donde el gobierno reparte las copias.
Pese a las críticas, Boric continúa en su cruzada de distribuir la propuesta y fomentar su lectura.
Cada una de estas copias trae estampado un huemul, animal que aparece en el escudo chileno, que demuestra que el libro fue adquirido de forma gratuita. Se quiso evitar la reventa de textos en un país donde la nueva Constitución, impresa por LOM Ediciones y otras editoriales locales, se convirtió a fines de julio en el libro de no ficción más vendido. Tras agotar una primera tirada de 1.000 copias, ya lleva nueve reimpresiones y más de 70.000 ejemplares vendidos, un número que sigue agrandándose con el paso de las semanas.
El audiolibro de la nueva Constitución acumula más de 149.000 visualizaciones en Youtube, y en Spotify proliferan podcasts donde se leen los artículos, y espacios de conversación al respecto.
Los datos no incluyen el mercado de la piratería ni los miles de libros que se venden en quioscos en las calles del centro de Santiago.
El manifiesto interés de la ciudadanía por conocer el texto se traduce de manera exacta en el mundo virtual: las búsquedas de Google, las visitas a Wikipedia y el comportamiento en redes sociales en torno al proceso constitucional muestran una sostenida tendencia al alza.
“Estamos en un proceso de cada vez más atención y no fue así con las presidenciales, en las que el peak se dio después de los debates televisivos y la primera vuelta, pero después volvió a bajar. Acá, en una elección donde además no existe un debate oficial, vemos que va cada vez creciendo la atención”, observa el director de la plataforma de análisis social y electoral MonitorSocial.cl, Pablo Beytía. Su iniciativa lanzó un especial en torno al nuevo plebiscito, que va midiendo en tiempo real la atención prestada en internet al proceso. La herramienta tiene tres variables: un agregado de todas las encuestas, las menciones en prensa y las búsquedas en Google. El método entrega una óptica distinta a la de las encuestadoras, instituciones que levantan suspicacia entre la ciudadanía.
El rol de las encuestas
“Encuesta creer las encuestas”, reza un post viralizado en redes sociales.
Desde el comienzo del proceso, las mediciones han entregado una amplia ventaja al Rechazo, brecha que en las últimas semanas se acortó a un margen de alrededor de 10 puntos.
El sábado 20 de agosto fue el último día permitido por ley para la divulgación de encuestas y las principales mediciones mostraron un escenario definido. Cadem, en una encuesta telefónica aplicada a 1.007 personas, le dio 46% al Rechazo y 37% al Apruebo; las cifras de Pulso Ciudadano, un panel online con 2.089 participantes, dieron 58% y 41%, respectivamente; y Criteria, otro panel online de 1.000 integrantes, les otorgó 45% y 36% a cada opción. Según esta medición, 19% de la población todavía no tenía definido su voto, un dato no menor, porque varios analistas coinciden en que son ellos quienes podrían definir el resultado.
Desde el comienzo del proceso, las mediciones han entregado una amplia ventaja al Rechazo, brecha que en las últimas semanas se acortó a un margen de alrededor de 10 puntos.
La tendencia de las encuestas, dice Beytía, es consistente con lo que observan en MonitorSocial.cl, que predijo con mucha exactitud el primer plebiscito y la segunda vuelta presidencial. “Hay un crecimiento relevante del Apruebo desde julio, cuando hubo un punto de quiebre: desde el momento en que terminó la Convención, tuvo una gran oportunidad de subir, porque las vocerías de los convencionales no le habían favorecido y desde el momento en que se empezó a leer la Constitución empezó a subir el Apruebo. Al mismo tiempo, el Rechazo llegó a un tope a comienzos de julio y empezó a bajar muy poco, pero a mi juicio la subida del Apruebo ha sido tímida y no creo que pueda subir mucho más. No tuvo un gran efecto la franja televisiva ni el acuerdo de los políticos, y la diferencia en las encuestas está por sobre el margen de error”, comenta.
Para el plebiscito de 1988, que marcó el fin de la dictadura de Augusto Pinochet, se reconoce que la franja televisiva fue uno de los factores que más movilizó el voto. Aunque entonces el contexto era diferente: la familia se reunía a diario en torno a la televisión. Hoy, con el auge de internet, las redes sociales y los servicios de streaming, ya no tiene el mismo poder. A esto se suma el embate de la desinformación y las fake news, que han surgido constantemente desde la vereda de quienes no quieren aprobar el texto: Felipe Kast, senador del partido opositor Evópoli, ha afirmado que la nueva Constitución habilitaría el aborto hasta los nueve meses, mientras que otros aseguran que expropiará viviendas y fondos de pensiones.
Elucubraciones, temores y fake news
El otro factor enumerado por Beytía es el acuerdo que las fuerzas políticas oficialistas suscribieron el 11 de agosto, llamado “Unidos y unidas para aprobar una Nueva Constitución”.
En él acordaron una serie de reformas que impulsarán en el caso de que la propuesta gane, y que apuntan a acotar de forma más explícita los temas que han despertado incertidumbre en la población, como los alcances de la plurinacionalidad, la propiedad de las viviendas y las pensiones, y la integración del sistema privado de salud en el marco del paradigma público impulsado por el nuevo texto. Por ser una Constitución y no un articulado de leyes, los temas se mencionan de manera amplia como principios y no con mecanismos específicos, lo que ha permitido que surjan elucubraciones y temores.
“Como toda campaña, ha sido intensa desde el punto de vista de las posiciones en juego, con una defensa de ambas posiciones bien marcada. El tema de las fake news también ha incidido en distorsionar el propio borrador. También se han intensificado las muestras ciudadanas de apoyo para uno y otro sector. Los partidos han tenido un rol, pero me parece que más en la centroizquierda y en la izquierda que en la derecha, que se ha desdibujado para incentivar una campaña apartidaria”, opina Mireya Dávila, académica de la Facultad de Gobierno de la Universidad de Chile.
Desde la derecha, de hecho, han buscado que figuras como José Antonio Kast, su más reciente candidato presidencial, no se involucre en la campaña de forma activa y que el expresidente Sebastián Piñera, asociado estrechamente al origen del estallido, ni siquiera explicite de forma pública que apoyará al Rechazo. El senador Iván Moreira, de la derechista Unión Demócrata Independiente, sintetizó esta idea en una frase: “Mientras menos hablemos es mucho mejor”.
Dávila cree que el resultado es muy difícil de predecir: luego de que se estableciera el voto voluntario, en 2012, esta será excepcionalmente la primera elección obligatoria, lo que mandata a todo un padrón de más de 15 millones de electores a asistir a sus urnas y emitir el voto. En el plebiscito de 2020 que habilitó el proceso constituyente, la participación fue de 50% y se celebró como un récord. En teoría, el domingo 4 de setiembre deben llegar a votar más de siete millones de electores cuyas opiniones políticas son una incógnita. No se sabe, tampoco, a qué opción podría favorecer esa participación. El único indicador oficial de cara a la elección lo entregó el Servicio Electoral el viernes 18 de agosto: hasta el momento, más de 12 millones de electores han entrado a la plataforma para revisar sus locales de votación, lo que corresponde a 80% del padrón.
Con el silencio obligatorio de las encuestadoras y una serie de actos públicos para promover ambas opciones, la tensa campaña entró en su recta final.
Este artículo fue originalmente publicado en ladiaria.uy
* Periodista.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur