CARTOGRAFÍAS

Mujer, educación e islam: derribando mitos

Por Nancy Falcón*
El acceso a la educación de las mujeres musulmanas es menor al de los hombres. Sin embargo, la brecha no se explica por un factor religioso, sino económico. Si la tendencia se pronuncia en países de mayoría islámica, es porque tienen un menor nivel de desarrollo.
Fuente: David McClendon, Conrad Hackety y Michaela Potancokova, Marcin Stonawski y Vegard Skirbekk, “Women’s Education in the Muslim World”, Population and Development Review, abril de 2018. Véase también Reporte 2016 del Pew Research Center’s “Religion and Education Around the World”.

La educación ocupa un lugar muy importante dentro del islam: es vista como un aspecto central de la libertad religiosa y como un derecho a la igualdad entre los hombres y las mujeres. De acuerdo con las enseñanzas islámicas, la adquisición de conocimientos es una obligación para todo musulmán y musulmana. Aun así, existe una crisis en el acceso a la educación de las mujeres y las niñas, sobre todo en los países con poblaciones mayoritariamente islámicas. Estos Estados presentan los peores indicadores del mundo en materia de alfabetización y tasas de logros educacionales de las mujeres. Si bien es cierto que hubo progresos, todavía se está muy lejos de la igualdad. Frente a este escenario se plantea la siguiente pregunta: ¿cuáles son los factores que inciden en el acceso a la educación de las mujeres musulmanas en el mundo?

Un estudio reciente del Pew Research Center (2018) aporta una posible respuesta. Según el informe, que analiza países en los que los musulmanes son mayoría, la educación de las mujeres musulmanas está determinada por las condiciones económicas y no por la religión. Por tal motivo, a medida que las mujeres musulmanas ascienden en la escala educativa, el rol de la religión como factor predictivo del logro académico disminuye.

El análisis muestra que la riqueza de un país es el factor más importante para determinar el destino educativo de una mujer, mientras que el grado de discriminación de género en las leyes de familia o el porcentaje de población musulmana tienen un impacto secundario. “El desarrollo también se asocia con mayores apoyos económicos a la escolarización, lo que aumenta la demanda de escolaridad” expresa el informe.

El análisis muestra que la riqueza de un país es el factor más importante para determinar el destino educativo de una mujer, mientras que el grado de discriminación de género en las leyes de familia o el porcentaje de población musulmana tienen un impacto secundario.

Desde esta perspectiva se puede entender por qué, según las estadísticas, los musulmanes tienen un mejor nivel académico en países desarrollados tales como los de Europa o América del Norte, donde son minoría como comunidad, y no en países subdesarrollados, en los que son mayoritarios.

Brechas de género

A partir de esta constatación, se pueden analizar las brechas existentes entre mujeres y hombres musulmanes en el mundo. De acuerdo a la Organización Islámica para la Educación y la Ciencia (ISECO), las mujeres musulmanas tienen en promedio un año y medio menos de escolaridad que los hombres musulmanes (4,9 años frente a 6,4 años respectivamente). Estas brechas de género se profundizan en los países donde los musulmanes son mayoría.

Estas asimetrías se confirman en casi cualquier nivel. Más de cuatro de cada diez mujeres musulmanas en todo el mundo (43%) no tienen educación formal, en comparación con el 30% de los hombres musulmanes. En la educación superior, la tendencia se agudiza: el 10% de los hombres musulmanes tiene títulos postsecundarios, en comparación con el 6% de las mujeres musulmanas.

Sin embargo, con el tiempo esta brecha se fue acortando en la mayoría de las regiones (con excepción del África Subsahariana). Al observar a las nuevas generaciones, vemos que las mujeres van ganando terreno a un ritmo más rápido que los hombres.

En el “Informe de seguimiento de la educación en el mundo. Resumen sobre género” de 2016 la UNESCO establece que la región con más baja tasa de escolarización es el África Subsahariana. Allí los musulmanes representan el 30% de la población de la región, y entre los musulmanes de todo el mundo son los que presentan la mayor proporción de población sin educación formal (65%). Asimismo, y a contramano de lo que sucede a escala mundial, a lo largo de los años se ha ido profundizando la brecha de género. Las niñas enfrentan aquí los mayores obstáculos. De las niñas que no asisten a la escuela, el 50% (9 millones) nunca pisará un aula, en comparación con el 41% de los niños (6 millones). Por el contrario, en países del Golfo Pérsico tales como Bahrein, Kuwait, Arabia Saudita y Qatar, con una economía próspera y altos niveles de desarrollo, la brecha de género se achicó considerablemente entre las musulmanas más jóvenes, en especial en la educación superior.

Factores agravantes

Pese a que las brechas se explican centralmente por el factor económico, al observar países como Afganistán, Pakistán, Nigeria y la región del África Subsahariana se pueden identificar otras variables que inciden.  En esos lugares, la combinación de un bajo desarrollo económico con valores patriarcales muy arraigados en la sociedad han tenido como consecuencia el agobio constante hacia las mujeres. Por otro lado, las desigualdades entre el campo y la ciudad también repercuten en el acceso y la finalización de la educación de las niñas musulmanas, ya que en las áreas rurales los valores patriarcales están más arraigados. Por último, es fundamental considerar la influencia del terrorismo y de los conflictos armados, que producen el desplazamiento de millones de personas, sobre todo de musulmanes, que se transforman en refugiados o migrantes internos. Estas poblaciones padecen un muy  difícil acceso a la educación, en especial las mujeres y niñas.

Grupos terroristas tales como los talibanes en Afganistán y Pakistán y Boko Haram en Nigeria, que utilizan al Islam como una ideología de opresión hacia la mujer, han causado grandes dificultades en este sentido. En Afganistán, nueve de cada diez mujeres son analfabetas, y sólo una niña en veinte finaliza el sexto grado. Los talibanes han quemado escuelas y han ordenado la prohibición de la educación para niñas mayores de ocho años. Por estos motivos, actualmente hay escasez de maestras y una persistente inseguridad en todo el territorio. Por cada cien niños, sólo hay sesenta niñas matriculadas y en algunas provincias esta cifra se reduce a cero.

Pakistán, en tanto, es uno de los países con los niveles más bajos de acceso a la educación de las mujeres. Casi la mitad de las niñas pakistaníes no recibe ningún tipo de educación, y de acuerdo al informe de paridad de género del World Economic Forum, es el segundo país del mundo con la más baja proporción de acceso al empleo de la mujer.

En Nigeria, en 2014 el grupo extremista Boko Haram secuestró a más de doscientas jóvenes de una escuela y las retuvo cautivas en sus campos.

En conclusión, si bien no son los causantes, los conflictos agravan la desigualdad de género. Actualmente, de las diez crisis humanitarias reconocidas por ACNUR en el mundo, siete involucran el desplazamiento de musulmanes por conflictos armados: Yemen, Libia, los musulmanes Rohingyas de Myanmar, Siria, Irak, Somalia y Sudán del Sur. Según UNESCO, las niñas tienen dos veces más probabilidades de estar fuera de la escuela si viven en países afectados por conflictos armados y son las que menos posibilidades tienen de finalizar la enseñanza primaria y de cursar estudios de secundaria. Los desplazamientos debilitan los entornos de protección de las niñas y las familias pueden recurrir a mecanismos que las desfavorecen, tales como el trabajo infantil doméstico o el matrimonio infantil.

El informe de ACNUR “Invertir la tendencia: la educación de los refugiados en crisis” muestra que, a pesar de los esfuerzos de los gobiernos y del propio organismo y sus organizaciones socias, la matriculación de niñas y niños refugiados en la escuela no logra aumentar al ritmo de la población refugiada.

Fuente: Pew Research Center.

El desafío de la igualdad

La comunidad islámica global, lejos de representar un todo homogéneo que actúa por pautas comunes, presenta una diversidad de situaciones, evoluciones y transformaciones en las que los factores políticos, económicos y sociales inciden en interacción con los culturales y religiosos. En este sentido, la mujer musulmana, lejos del estereotipo de la imagen pasiva, exótica, velada y sin participación social, se encuentra en constante transformación, aun en los países donde las estructuras patriarcales son fuertes. Estos cambios inciden directamente en el plano educativo y en la forma en la que las mujeres acceden a los diferentes niveles de formación. Es cierto que las mujeres jóvenes musulmanas tienden a tener más años de educación, en promedio, en países donde son una minoría religiosa. Hecho que se explica porque los países con mayoría islámica son generalmente considerados subdesarrollados o en vías de desarrollo, donde las crisis económicas son frecuentes y la pobreza es alta. Las mujeres musulmanas americanas y europeas disfrutan de oportunidades educativas mucho mejores que las existentes en estos países.

Sin embargo, las sociedades islámicas se encuentran en un proceso de cambio intenso e irreversible en el cual las mujeres desempeñan un rol central en la lucha por los derechos y la igualdad de oportunidades. El desafío es seguir achicando la brecha de género en el acceso a la educación, con herramientas que empoderen a la mujer y la ayuden cada vez más a incorporarse genuinamente en un proceso de formación a nivel global.

Este artículo forma parte de «El Atlas de la educación»

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* Lic. en Ciencia Política UBA. Doctoranda en Filosofía UNSAM. Directora Académica de la Diplomatura en Cultura Islámica- UNSAM- Instituto Islam para la Paz.

© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

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