Una agenda positiva
Creo que la pandemia, antes que un saldo positivo, deja lecciones sobre las que aprender y avanzar en políticas que tengan un efecto de mejora social. Agravando situaciones que ya existían, este drama mundial tal vez nos permita repensar algunos problemas que a partir de ahora se puedan cambiar.
El primero, es la urgencia de regularizar a los trabajadores de plataformas digitales. Si ya se discutía acerca de la necesidad de regularizar sus derechos laborales, ahora que se han vuelto “esenciales”, y que incluso los gobiernos y autoridades de Salud recomiendan el uso de sus servicios, su precariedad laboral resulta aún más intolerable. Mejorar las condiciones de esos trabajadores y garantizar sus derechos laborales, su derecho a la salud y su derecho a la desconexión es una tarea impostergable. En el siglo XXI no podemos retroceder a situaciones laborales del siglo XIX.
Otra cuestión que catalizó la pandemia –que incumbe a los trabajadores de plataformas, pero también a todos aquellos que realizan trabajo remoto– es el derecho a la desconexión. La regularización de este derecho, de la que se habla en Europa pero todavía no en América Latina, implica consagrar el derecho a decir que no a un pedido fuera del horario laboral, durante la noche o el fin de semana. Cuanto más desregulado el trabajo, más necesidad de que los ministerios de Trabajo de todo el mundo contemplen esta nueva agenda de derechos. Si la pandemia es la oportunidad de hacerlo, que así sea.
En cuanto a las tecnologías para la salud, distintas aplicaciones van a desarrollarse para la post-pandemia, para la salida gradual de la enfermedad, y mientras se desarrolla una vacuna. Es vital que esas tecnologías garanticen la convivencia entre el derecho a la salud y la privacidad de los ciudadanos, más concretamente mediante el buen tratamiento de los datos personales. Cualquier aplicación desarrollada para asistir tecnológicamente a nivel sanitario no puede dejar de lado estándares internacionales de privacidad. La propia Organización Mundial de la Salud se ha encargado de este tema. Pero lo ha hecho porque colectivamente ha habido un movimiento donde organizaciones y personas trabajamos para hacernos conscientes de que los derechos humanos también rigen en el ámbito digital. A esto se sumaron dos precedentes clave: las revelaciones sobre el espionaje ilegal del gobierno y empresas privadas, dadas a conocer por Edward Snowden en 2013, y la investigación sobre Cambridge Analytica en 2018. El mundo no es el mismo en 2020. La tecnología que estará a partir de ahora involucrada en la gestión de nuestra salud tampoco puede serla. Deberá, sin dudarlo, garantizar también el cumplimiento de nuestra privacidad.
Este artículo integra la serie: ¿Dejará algún saldo positivo la pandemia?, parte II. Volver a nota principal.
* Periodista. Su último libro es Los dueños de Internet (Debate, Buenos Aires, 2018).
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur