Tras los muros de Amazon
¿Cómo podemos conseguir una colchoneta para hacer gimnasia, pesas, una cortadora de pasto, reposeras, una parrilla o plastilina para entretener a los niños en tiempos de confinamiento? Para millones de personas recluidas en sus casas la respuesta consta de seis letras: Amazon. En medio de la pandemia, como un genio que sale de su lámpara mágica a pesar de las instrucciones de las autoridades, el número uno de la venta por Internet satisface todo tipo de deseos.
La situación es paradójica. En todo el mundo las fábricas cierran. Librerías, casas de deporte y otros negocios especializados bajaron sus persianas, y quienes violaron las directivas recibieron multas abultadas. Pero en las periferias de las grandes ciudades, hay sitios donde las personas se confinan de a miles: los depósitos de logística. A fines de marzo de 2020, las plataformas de gran distribución, los centros de clasificación postal, los depósitos de ventas por Internet funcionaban a toda máquina.
“Es simple, nunca vi tanta actividad en mi depósito Amazon”, resume Giampaolo Meloni, sindicalista de la de la Confederación General Italiana de Trabajo (CGIL) en Castel San Giovanni (Emilia-Romaña). En Francia, durante la semana del 2 al 8 de marzo, el crecimiento de las ventas por Internet fue cuatro veces superior al de los comercios físicos que, por su parte, rebasaban de consumidores. Desde entonces, la tendencia va en aumento y Amazon, que suele captar el 20% de las compras por Internet de los franceses, se lleva la parte del león.
“Desde el comienzo de la crisis en mi depósito milanés asistimos a escenas obscenas”, revela Antonio Bandini, sindicalista de la CGIL en Lombardía. “A contramano de lo que dice la propaganda de Amazon, enviamos muy pocos productos esenciales a los italianos. ¿Qué veo en los carritos de compra? Esmalte de uñas, pelotas de gomaespuma, juguetes sexuales”.
“Mi depósito casi no se ocupa de productos alimenticios, les dedicamos menos del 5%”, agrega Fouzia Benmalek, delegado sindical de la Confederación General del Trabajo (CGT) del depósito Amazon de Montélimar (departamento de Drôme). “Llantas de autos, videojuegos, discos… En una decena de pedidos que inspeccioné ayer al azar no había ningún producto de primera necesidad”. En el depósito de Sevray (departamento de Saona y Loira), “¡nos especializamos en zapatos y ropa!”, indica Antoine Delorme, delegado de la CGT. “Lo mismo sucede aquí en Alemania, en Bad Hersfeld”, observa Christian Kraehling, sindicalista de Ver.di –el sindicato unificado de servicios–. “Mi depósito despacha principalmente ropa, zapatos y botellas de bebidas espirituosas”.
Contrataciones contagiosas
Para responder a este pico inédito de actividad, se necesitan brazos. El 16 de marzo, Amazon anunció la contratación de 100.000 trabajadores temporarios solamente en Estados Unidos. Si a estos últimos les sumamos los 800.000 asalariados habituales y la convocatoria masiva a mano de obra temporaria en los demás continentes, la empresa dirige un ejército industrial de casi un millón de trabajadores alrededor del mundo. Mick Rix, coordinador nacional a cargo de Amazon en el sindicato británico GMB, sostiene que “en el Reino Unido, la mayoría de los empleados ahora trabajan 50 horas por semana y es bastante común que algunos cumplan jornadas de 13 horas. Se recurre masivamente a las horas extra”.
Durante estos mismos días, en la sede de la multinacional en Seattle (Estado de Washington), los directivos apilan los correos confidenciales que les informan sobre los casos de empleados testeados positivos de Covid-19. El primero de marzo, Amazon reconoció oficialmente dos primeros casos en Italia. El 3 de marzo, el primer enfermo estadounidense. A lo largo de todo el mes, los casos se multiplicaban en los depósitos italianos, españoles, franceses, alemanes y en Estados Unidos sin que la empresa declare oficialmente a la mayoría de ellos.
En San Fernando de Henares, en los suburbios de Madrid, Douglas Harper, secretario general de la Confederación Sindical de Comisiones Obreras (CCOO), arremete: “Hasta el 19 de marzo, contabilizamos oficialmente cuatro casos positivos en nuestro depósito. Pero, en realidad, hay más de 100 trabajadores que presentan síntomas de contaminación de coronavirus. Todos estuvieron en contacto con los cuatro casos positivos en sus lugares de trabajo”. A raíz de esta situación urgente, la CCOO solicitó el cierre inmediato del depósito madrileño y su desinfección total. Amazon lo rechazó. “En lugar de iniciar una investigación en el depósito, la empresa contrató a trabajadores temporarios para reemplazar a los enfermos”, agregó Harper. “Algunos solo pudieron trabajar a días, apenas ingresaron desarrollaron síntomas de la enfermedad”.
Es el caso de una trabajadora temporaria francesa que se desempeñó en el equipo nocturno del depósito de Lauwin-Planque (región Norte). “Comencé a trabajar en Amazon el 7 de marzo”, nos cuenta por teléfono y aún afiebrada. “Diez días después, obtuve una licencia porque mi médico me diagnosticó coronavirus. Me comuniqué con el departamento de recursos humanos de Amazon para avisarles, para que pudieran proteger a los demás empleados. La única respuesta que me dieron fue que yo había sido contratada por Adecco [una agencia de personal temporario] y que por lo tanto ¡ellos no se iban a ocupar de mí! Amazon no toma ninguna medida de protección en el depósito. Del vestuario al registro de asistencia, pasando por los lugares de trabajo, todo el mundo está apiñado” (1). El mismo escenario se observa en Barcelona y en los depósitos italianos de Emilia-Romaña, del Piamonte y de Lombardía.
A lo largo de todo el mes de marzo los sindicalistas reclamaron insistentemente que los provean de máscaras, guantes, anteojos de protección y gel desinfectante. Fue en vano. Desde Japón, un empleado del depósito de Odawara (prefectura de Kanagawa) nos dijo el 20 de marzo que, salvo la instalación de un distribuidor de alcohol en gel a la entrada del comedor, no se había tomado ninguna medida de protección contra el coronavirus: “Uno de los jefes nos dijo que si nos enfermábamos sería por culpa nuestra y que era nuestra responsabilidad respetar las distancias de seguridad. Nos avisó que en caso de ausencia no nos pagarían. Nos incitó a venir a trabajar con fiebre”.
El 19 de marzo, la máxima autoridad de Amazon France Logistique, Ronan Bolé, reconoció errores en materia de seguridad en sus depósitos delante de un grupo de sindicalistas y asumió la necesidad de “mejorar las cosas”. Para Muriel Leblanc, médica laboral encargada del seguimiento del depósito de Montélimar, sería “más prudente en el plano sanitario detener la actividad de la empresa”. Sébastien Deplanche, inspector de trabajo encargado del seguimiento del depósito de Sevrey, recomendó “el confinamiento de los empleados, incluso sin casos comprobados de Covid-19”. En este sentido, Deplanche, al igual que los sindicatos polacos, españoles, italianos y franceses, está a favor del cierre, o bien de limitar los envíos exclusivamente a material médico y productos alimenticios. Mientras tanto, más de un centenar de empleados franceses ejercieron su derecho de ausencia justificada, lo cual suscitó la siguiente respuesta de Amazon enviada por correo: “Las condiciones de higiene de su lugar de trabajo son las adecuadas en relación al Covid-19 según los reglamentos (confirmado por Recursos Humanos). La situación de trabajo no presenta ningún peligro grave e inminente y, conforme a la postura del gobierno, el derecho de ausencia no está justificado, toda ausencia del puesto de trabajo no será remunerada”.
En Italia, delegados sindicales convocaron a una huelga para que el gigante de Seattle respete el protocolo reglamentario de protección de trabajadores firmado a mediados de marzo por las organizaciones patronales, el gobierno y los sindicatos. “Lamentablemente, en momentos en que la atención mediática se focaliza en la situación dramática de los hospitales italianos desbordados, y en los que las manifestaciones de protesta están estrictamente prohibidas, es muy difícil alertar a la población sobre el peligro sanitario que representan los depósitos de Amazon para al conjunto de la población”, deplora Massimo Mensi, coordinador nacional de la CGIL.
Para incitar a que la mano de obra se apiñe en lugares potencialmente contaminados, la empresa tomó una medida increíble: aumentó los salarios. A título temporario, los trabajadores de logística ganarán 2 dólares extra por hora en Estados Unidos, y 2 euros en algunos países de Europa –los polacos, que producen paquetes que mayoritariamente parten hacia Alemania, deberán conformarse con 60 centavos–, en total un monto suplementario de 350 millones de dólares. “Se imaginarán que no tengo nada contra el aumento de los salarios”, explica Rix desde Gran Bretaña. “Pero eso va a multiplicar la cantidad de trabajadores enfermos en los depósitos, los cuales van a contaminar a otros empleados, lo cual generará nuevas contrataciones. Esta estrategia de Amazon no solo es peligrosa, sino también totalmente irresponsable”.
Ante la presión, la empresa de venta por Internet decidió cerrar y desinfectar algunos depósitos, como la plataforma de correspondencia aeroportuaria de Nueva York cercana a La Guardia, en el barrio de Queens, el 19 de marzo. Jeffrey Preston (“Jeff”) Bezos, el director ejecutivo de Amazon, ahora quiere “priorizar el stock y el envío de artículos esenciales” (2). “Los videojuegos son productos esenciales porque tienes que entretener a los niños confinados”, dijo Bolé a los representantes sindicales franceses. Desde el 21 de marzo, Amazon le ha estado diciendo a los medios de comunicación que sólo entregará los productos “esenciales” –sin definir esta categoría–. Pero cinco días después de estos anuncios, todavía era posible hacerse enviar un collar GPS para perros…
El episodio invita a tomar consciencia de la relación causa-efecto entre el servicio individual al consumidor que brindan los gigantes de la economía digital y el daño colectivo, a menudo ocultado, en el que reposa su modelo económico. “Desde hace años Amazon se las ingenia para no pagar impuestos optimizando fiscalmente sus sociedades en todos los lugares donde se instala”, recuerda Christy Hoffman, la secretaria general de UNI Global Union, la confederación internacional que reúne a los principales sindicatos implantados en Amazon. “¡Y hoy es esta misma empresa la que saca el mayor rédito de esta crisis histórica!”. Razones sobran, sostiene Hoffman, para modificar la relación de fuerzas.
1. A pesar de nuestros reiterados pedidos, las empresas Amazon y Adecco rechazaron responder nuestras preguntas.
2. “A message from our CEO and founder”, blog de la empresa Amazon, 21 de marzo de 2020.
Traducción: Heber Ostroviesky
* Periodista, autor de La Capitale de l’humanité (será publicado en octubre por Éditions Bouquins), del que ha sido extraído este artículo.