Trotskismo recargado
Las elecciones del 27 de octubre tienen muchas dimensiones y una de ellas es, sin duda, el excepcional desempeño del Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT) –una alianza integrada por el Partido Obrero, el Partido de los Trabajadores Socialistas e Izquierda Socialista–, que superó el 5% en todo el país. Si en 2011 circuló la consigna “un milagro para Altamira”, destinada a superar el 1,5% que las PASO exigen a los partidos para poder seguir en carrera (1), tan sólo dos años después el FIT lograba tres diputados nacionales y una votación que alcanzó picos sorprendentes en Mendoza y Salta, y porcentajes superiores al 5% en nueve provincias (2). De esta manera la izquierda capitalizó avances provinciales que se verifican desde 2001 pero que pasaron a menudo desapercibidos para la prensa nacional.
Lo que sí llegó a los medios, y conmocionó al país, fue el asesinato de Mariano Ferreyra, en octubre de 2010, por una patota de la burocracia sindical de José Pedraza, juzgado y condenado como autor intelectual del crimen. Esa muerte puso en agenda dos cuestiones caras a la izquierda: el trabajo precario (la marcha donde murió era en apoyo a los ferroviarios tercerizados) y los sindicalistas millonarios “de Puerto Madero”.
En busca de la revolución
Las cifras del 27 de octubre no dejan de ser sorprendentes, considerando que en los países donde logran presentarse, los partidos trotskistas suelen cosechar porcentajes de votos testimoniales. La historia de la Cuarta Internacional, fundada en 1938 en París (sin la presencia de Trotsky, exiliado en México) fue la historia de las grandes divisiones entre los herederos del líder bolchevique, que se disputaron durante años el verdadero socialismo frente a la sangrienta degeneración estalinista.
En el caso argentino, el mundo trotskista también fue sinónimo de divisionismo. El principal dirigente hasta los años ochenta fue Nahuel Moreno, fundador del Movimiento al Socialismo (MAS), un partido que en sus orígenes promovió la unidad con todas las fuerzas socialistas (incluidas las socialdemócratas) aunque mantenía una identidad trotskista. Luego de varios años de crecimiento, y de cambios en sus tácticas, en 1989 llevó a Luis Zamora al Parlamento nacional y a Silvia Díaz a la legislatura de la provincia de Buenos Aires, en el marco de una alianza con el Partido Comunista (Izquierda Unida). Fue precisamente la legisladora del MAS la destinataria de la famosa frase “Socialismo con democracia, las pelotas”, que le lanzó la ucedeísta Adelina Dalesio de Viola cuando intentaba explicar que las revoluciones en Europa del Este buscaban socialismos más democráticos y no la restauración del capitalismo.
Frente al morenismo se constituyó Política Obrera, partido fundado por Jorge Altamira en 1964 y rebautizado Partido Obrero en 1983. Mientras el PO acusaba al MAS de “democratizante” (no revolucionario), estos últimos lanzaban al “altamirismo” el mote de sectario. Altamira saltó a las pantallas en 1989, cuando fue detenido –sin pruebas– acusado de instigar el saqueo de supermercados; por esos tiempos la gente lo reconocía por su poco convencional slogan electoral: “Que Richard Handley [el rugbier que entonces conducía el Citibank] vaya a laburar”, que Altamira gritaba desde los espacios gratuitos de televisión.
El MAS, que se transformó en una fuerza significativa a finales de la década del 80, era capaz de movilizar a decenas de miles de personas y lograr votaciones importantes en Buenos Aires, Córdoba o Neuquén. Pero la muerte de Moreno y las tensiones derivadas del crecimiento del partido (sumado a ideas poco realistas sobre una situación revolucionaria en la Argentina) lo hicieron implosionar en numerosos grupos, que a su vez volvieron a dividirse. De ahí vienen el PTS e Izquierda Socialista, dos de los componentes del FIT.
Entretanto, con la crisis del morenismo, el altamirismo tuvo camino libre para ir posicionándose como la principal corriente trotskista argentina. En 2001, mostrando cierta flexibilidad en su tradicional obrerismo, el PO puso el foco entre los desocupados con la conformación del Polo Obrero, su ala piquetera liderada por Néstor Pitrola. Parte de la vieja guardia del partido pero con un estilo más popular, Pitrola había logrado un notable éxito en el sindicato gráfico en los años 80, llegando a ser secretario adjunto, y el 27 de octubre fue elegido diputado nacional por la Provincia de Buenos Aires. Parte de ese éxito se debe al eficaz trabajo territorial, con locales partidarios en diversas zonas populares, que el PO realiza desde hace décadas.
El PTS, por su parte, surgió como fracción interna del viejo MAS –llamada Tendencia Bolchevique Internacionalista–, que en 1988 rompió por considerar que el partido había devenido en una suerte de “nacional-trotskismo”: el crecimiento del MAS llevó a que sus ideólogos consideraran a la Argentina el centro de la revolución mundial, lo cual, en opinión de los disidentes, significaba un desprecio por la teoría marxista (3). Hoy el PTS combina el trabajo en las fábricas (tienen varias comisiones internas en la zona norte del Gran Buenos Aires, como PepsiCo o Kraft) con actividades intelectuales en el marco del Instituto de Pensamiento Socialista Karl Marx, que publica obras de los clásicos del marxismo. Uno de sus emblemas es la empresa recuperada Zanón, “la fábrica sin patrones” de Neuquén, de donde salió el “diputado obrero” Raúl Godoy, que ocupa una banca en la legislatura neuquina.
Pero además de los barrios y algunas fábricas, el FIT consolidó su notable crecimiento post 2001 en la Universidad de Buenos Aires –en las elecciones de 2013 esta corriente se quedó con ocho de trece centros de estudiantes– y en varios sectores sindicales.
“Salta la trotska”
Para los militantes del PO, Salta la linda pasó a ser Salta la trotska (allí no están las otras fuerzas que componen el FIT). Lo que a comienzos de los años 2000 podía ser interpretado como un voto de protesta que llevó al Partido Obrero a las grandes ligas de la política provincial terminó produciendo una curiosa reconfiguración del campo político local, con una fuerza trotskista disputando el primer lugar en una provincia conocida por su conservadurismo y su catolicismo. El 27 de octubre, el PO obtuvo a escala provincial el 19,11% en la categoría diputados, a menos de dos puntos del ganador, el Frente Popular Salteño de Juan Carlos Romero (20,57%), y por encima de la lista apoyada por el gobernador kirchnerista Juan Manuel Urtubey, que sumó 19,05%. En Salta Capital el PO obtuvo el primer lugar con el 29,39%.
El pasado 10 de noviembre, en las elecciones provinciales, los “trotskos” aumentaron su votación. En Salta Capital el PO obtuvo el primer lugar con casi el 27% de los votos en la categoría diputados, 22,6% en senadores y un contundente 30% para concejales, obteniendo cuatro diputaciones, nueve concejalías (la primera minoría del Concejo) y un senaduría –en manos de la popular Gabriela Cerrano, que habla con una gran sensatez–, además de varias bancas municipales en departamentos del interior provincial (Irigoyen, Orán, Colonia Santa Rosa, Mosconi, Aguaray, etc).
Con esos guarismos, el PO se extendió a diversos sectores sociales, lo cual es celebrado por un Altamira que lee la adhesión de los católicos practicantes como una evidencia de la llegada del mensaje de su partido al pueblo salteño. Así, el dirigente trotskista comentaba hace poco que durante una de sus visitas preelectorales a la provincia norteña mucha gente salía de una procesión para comentarle que lo habían votado. Y retuiteaba un mensaje de Colonia Santa Rosa donde un militante del PO decía que “si dios y la virgen acompañan seremos mayoría en el concejo municipal en noviembre”.
El líder del PO salteño es Claudio del Plá, diputado provincial en los periodos 2003-2007 y 2009-2013, quien a comienzos de los años ochenta se trasladó al norte con el objetivo de potenciar el desarrollo del partido. Su hermano, el docente Miguel del Plá, se fue al otro extremo del país, y en 1994 fue convencional constituyente en la provincia de Santa Cruz. El 27 de octubre el PO obtuvo allí más del 11% de los votos. Pero la capacidad organizativa de los Del Plá no queda ahí: Romina del Plá, una generación más joven, fue elegida secretaria general de Suteba La Matanza en una elección en la que en mayo de 2013 se impuso la lista Multicolor en el sindicato docente. El diputado nacional por Salta entrante es Pablo López, un joven candidato que ya tiene experiencia parlamentaria: completó dos períodos en la legislatura provincial.
A la hora de explicar el crecimiento del PO salteño, Del Plá –que renovó su banca el 10 de noviembre– lo atribuyó al involucramiento de su partido en cuestiones como la lucha contra el trabajo en negro, por el acceso a la vivienda y contra la impunidad, además de las “grandes cuestiones ambientales”. Destacó, además, que “al PO le cabe la representación desde los demócratas consecuentes hasta la izquierda” (4). Entre las medidas que el Partido Obrero impulsará en la legislatura destacó una modificación del régimen impositivo para que las propiedades rurales de más de 500 hectáreas paguen un impuesto en relación con el valor real de la tierra, lo cual permitiría crear un fondo destinado a la obra pública para la emergencia social.
“No hay que olvidar que, después del PJ y la UCR, el PO es el partido más antiguo de la provincia, el sello PO es muy fuerte y en general la gente está premiando más la coherencia personal que el carisma”, dice Juan Manuel Chalabe, periodista político en El Tribuno en diálogo con El Dipló. Agrega que, en la provincia, el PO tiene un discurso más cercano a los problemas de la población que a las grandes cuestiones ideológicas o a la retórica trotskista. De hecho, según Chalabe, en 2011 se verificaron varios cortes de boleta entre Cristina Fernández y Pablo López, que el periodista atribuye a votantes progresistas que apoyan el discurso de centroizquierda del gobierno nacional pero que de ningún modo pueden incluir al gobernador Urtubey como parte de ese proyecto.
A su turno, el ex ministro de Trabajo de Carlos Menem, Armando Carlo Figueroa, escribió en el diario El Tribuno una interesante reflexión en la que señala que las elecciones del pasado 27 de octubre “desmintieron las elucubraciones simplistas y ratificaron la emergencia de una poderosa fuerza política construida pacientemente por dirigentes y activistas preocupados por apoyar nuevas y antiguas reivindicaciones ciudadanas insatisfechas”. Y agregó: “Los vecinos saben que nadie atiende sus reclamos contra los cortes de agua, las pestilencias de un sistema cloacal desbordado o los accidentes de tránsito. Saben que no hay donde ir cuando la policía golpea a los detenidos, cuando los traficantes se apoderan de sus hijos o de las instituciones, o cuando se degrada la calidad de la salud y la educación públicas” (5).
Un Malbec para Trotsky
A diferencia de Salta, el ascenso electoral mendocino fue mucho más abrupto. Otra vez en una provincia “conservadora”, más conocida en el exterior por documentales como Mondo vino que por la radicalidad de sus habitantes. La cara visible del “milagro” fue Nicolás del Caño, de 32 años, que se convirtió en el primer diputado de izquierda combativa de la historia de la provincia. Nacido en Córdoba e hijo de militantes trotskistas de los setenta y ochenta (y con un bisabuelo fundador del PC de Villa María), el flamante diputado se formó en el PTS, en el que comenzó a militar a los 14 años. En 2006 se mudó a Mendoza, a “construir el partido” sin imaginar jamás que sólo siete años después debería mudarse a Buenos Aires a asumir una banca en el Congreso nacional. Del Caño no duda, los resultados son un premio al “mantenimiento de la coherencia, pese a las acusaciones de que éramos sectarios”. En Mendoza se involucró en las luchas de los ajeros, de los trabajadores de las bodegas y de los estudiantes, y sobrevivió con varios empleos precarios pese a provenir de una familia de clase media.
Los debates electorales contribuyeron a su proyección, junto a su compañera Soledad Sosa (del PO). Sin ser una persona carismática, Del Caño trasmite un aire de autenticidad y de “persona normal” que contribuyó a concentrar en su figura el rechazo a la política tradicional, al punto que algunos encuestadores destacaron el entusiasmo del voto al FIT en la provincia del Malbec (6). Y no sólo fueron votos: el agrupamiento de izquierda logró al menos un fiscal por escuela.
“Trotsky no es sólo es un teórico para nosotros, es una inspiración sobre la vida revolucionaria, su tenacidad en la adversidad nos sirvió de inspiración en los años 90”, dice Del Caño en la mesa de un café de Buenos Aires, donde viajó a un raid por los canales de televisión que quisieron ponerle rostro a la sorpresa mendocina.
El FIT cuyano festejó los resultados cantando La Internacional en las calles aledañas a su local partidario, y los medios de comunicación comenzaron a deletrear términos como trotskismo, entre la curiosidad de unos y la sorpresa muchos otros. Respondiendo al nuevo clima, el periódico gratuito Jornada publicó una breve biografía del fundador del Ejército Rojo para no iniciados titulada “A propósito de Del Caño: ¿Quién fue Trotski?”.
En plena campaña, el tradicional y derechista Partido Demócrata, que se encuentra en caída libre, dedicó un spot directamente al candidato del FIT: “Para muchos puede ser chistoso votar a la izquierda, pero nos puede traer problemas”, dicen los jóvenes César Sola y Álvaro “Laucha” Martínez, que acusan a Del Caño de no entender la idiosincrasia local por no ser mendocino, y de querer transformar a Mendoza en una nueva Cuba (7).
Trotskismo popular
Como reza el dicho latinoamericano “otra cosa es con guitarra”. A menudo demasiado concentrados en las disputas intra-izquierda, el pasaje a la política nacional es todo un desafío para los partidos trotskistas. Más aún cuando la enorme votación recibida no tiene como correlato una radicalización evidente de la sociedad y las fuerzas del FIT suelen confundir negociación con capitulación. Además, los avances se vincularon con líderes capaces de romper ciertos estereotipos del trotskista clásico y con un aprovechamiento de nuevas oportunidades políticas más que al triunfo de la “línea justa”.
En cualquier caso, los resultados representan un gran desafío: el giro hacia el centro de la izquierda moderada ha dejado las banderas de la izquierda en manos del trotskismo. Mucha gente los votó porque #laizquierdatienequeestar. Los resultados muestran a su vez transformaciones culturales en las sociedades del “interior” de la Argentina, cada vez más complejas y menos feudales. “Trabajamos para tratar de superar al peronismo. En muchos lugares estamos peleando codo a codo”, sintetiza Romina del Plá una meta casi titánica.
Pero si Trotsky siempre se opuso a la fórmula estalinista del socialismo en un solo país, este es más imposible aún en una provincia o en un municipio, lo que pondrá a prueba la habilidad de esta nueva/vieja izquierda para que el maximalismo no nuble las posibilidades que quedaron inscriptas en esta inédita emergencia de un trotskismo popular.
1. La idea fue del periodista Jorge Rial.
2. Obtuvo un diputado provincial por La Matanza, tres diputados y un senador provinciales por Mendoza y un legislador en Santiago del Estero, además de los numerosos cargos legislativos alcanzados en Salta el 10 de noviembre.
3. Gabriela Liszt, “Historia y balance del MAS argentino”, Lucha de Clases, Nº 6, junio de 2006.
4. Franco Mizrahi, “En Salta se vino el zurdaje”, Veintitrés, 9-10-13.
5. Armando Caro Figueroa, “Las claves del éxito del Partido Obrero en Salta”, El Tribuno, Salta, 3-11-13.
6. Leandro Abraham, “Santiago Alé: ‘El voto castigo benefició a Cobos y a Del Caño lo votaron a conciencia’”, Sitio Andino, 28-10-13.
7. http://www.youtube.com/watch?v=eQMiCINoOGU
* Jefe de redacción de la revista Nueva Sociedad. Autor de ¿La rebeldía se volvió de derecha?, Siglo Veintiuno, Buenos Aires, 2021.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur