Kuwait se suma a la “primavera árabe”
Poco se sabe de este emirato del Golfo. Sabríamos menos aún si no hubiera sido invadido por las tropas de Sadam Hussein en agosto de 1990, lo cual desembocó en una guerra liderada por Estados Unidos, que expulsó a los soldados irakíes del pequeño país petrolero. Sin embargo, más allá de su riqueza, siempre tuvo una vida política activa.
El 25 de octubre pasado, más de 50.000 ciudadanos salieron a la calle para protestar contra una reforma constitucional impulsada por el emir, que intenta hacer elegir, el próximo 1º de diciembre, un Parlamento a la orden. Estallaron episodios de violencia que dejaron unos cien heridos. El domingo 4 de noviembre la oposición llamó a manifestarse una vez más, en momentos en que el poder busca la confrontación y amenaza con hacer intervenir al ejército (“Koweït : l’armée pourrait intervenir contre une manifestation de l’opposition”, L’Orient-Le Jour, 3 de noviembre de 2012).
La protesta en Kuwait tiene una larga historia. Puede remitirse al excelente estudio “Looking for Revolution in Kuwait”, de Mary Ann Tétreault (MERIP, 1-11-12), que vuelve sobre las diversas etapas de la vida política del emirato y las fuerzas de oposición, sobre el carácter singular de sus instituciones, la independencia del sistema judicial y la libertad de prensa y de expresión que allí existen.
Una de las paradojas es que el Parlamento electo no tiene el poder de designar el gobierno, cuyos miembros son elegidos por el emir y ocupan por derecho propio los escaños parlamentarios. La confrontación entre la Asamblea y el gobierno está en el centro de los enfrentamientos de estos últimos años.
El callejón sin salida en que se encuentra el país, escribe la autora, “se inscribe en la larga lucha entre los emires y los parlamentos. Pero desde que el jeque Sabah Al-Ahmad se convirtió en emir, en enero de 2006, aumentaron los enfrentamientos en un ambiente de cada vez más pesado. La animosidad se vio estimulada por los altos (y crecientes) niveles de descontento, tanto del público como de las elites, ante los malos resultados del gobierno y la familia reinante. Ironías del destino, el jeque Sabah llegó al poder en medio de una ola de popularidad, después de hacerse cargo de una difícil transición política tras la muerte de su predecesor. Pero esta buena voluntad se disipó rápidamente cuando nombró a un gobierno mediocre y quiso otorgarle el monopolio del poder a los miembros de su rama de la familia Al-Sabah”.
Un régimen cuestionado
Poco después de su ascenso al trono, el emir se enfrentó a un movimiento de protesta pacífica, encabezada sobre todo por los jóvenes, que duró varios meses y presagió las revueltas árabes de 2011. Dicho movimiento reivindicaba la división del emirato en cinco distritos en lugar de veinticinco, lo cual reduciría la compra de votos y la corrupción. Desde entonces se celebraron varias elecciones que dieron la victoria a las fuerzas de la oposición –tribales, islamistas (sunitas y chiítas) y algunas liberales– y el emir terminó deshaciéndose del primer ministro en noviembre de 2011. Pero en febrero de 2012, después de la enésima disolución del Parlamento, la oposición ganó 34 escaños sobre un total de 50. El 18 de junio, el emir suspendió el parlamento y, dos días después, el Tribunal Constitucional decidió anular las elecciones de 2012 y reinstaurar el Parlamento del año 2009. El 20 de octubre, el emir anunció que cambiaría la ley electoral, lo cual provocó las manifestaciones más grandes de la historia del emirato.
Más allá de estas argucias constitucionales, la propia naturaleza del régimen se ve cuestionada con la demanda –tanto aquí como en Jordania o en Marruecos– de un sistema democrático en el que el gobierno sea responsable ante el Parlamento. Estos sobresaltos preocupan, por supuesto, a los otros emiratos de la región (en Bahréin, el movimiento democrático continúa desde hace más de 18 meses, a pesar de la violenta represión), sobre todo a los Emiratos Árabes Unidos, donde decenas de militantes fueron arrestados (el 26 de octubre, el Parlamento europeo adoptó una resolución que condena la represión). Y más aún en Arabia Saudita, donde el rechazo es más limitado en la región del Este, de mayoría chiíta: la protesta se manifiesta en la red, pero también en pequeñas manifestaciones para la liberación de los prisioneros políticos. Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos ven con más preocupación que alegría el ascenso de las fuerzas islamistas –sobre todo de los Hermanos Musulmanes–, tanto en el emirato como en otros lugares (ver “Complejo paisaje islamista regional”, el Dipló, noviembre de 2012).
Sin duda, para estos emiratos se plantea una pregunta: democracia, sí, pero ¿para quién? Durante largo tiempo, las mujeres se vieron excluidas del derecho al voto en Kuwait: recién se les otorgó en 2005 (y las primeras diputadas fueron electas en 2009).
Hay también 106.000 bedunes, así definidos por Human Rights Watch (“Koweït: La répression de manifestations de Bidouns a fait des dizaines de blessés”, 19 de febrero de 2011): “Los bedunes son apátridas que reivindican la nacionalidad kuwaití y los derechos ligados a esa nacionalidad. Su estatus apátrida responde al hecho de que la mayoría no pretendía la nacionalidad kuwaití cuando el emirato, convertido en protectorado británico en 1914, accedió a la independencia en 1961”. Como consecuencia de estas manifestaciones, cierto número de bedunes obtuvo la nacionalidad y el derecho a voto, pero la mayoría sigue estando excluida.
Por último, no hay que olvidar a la mayoría de la población: esos inmigrantes (1,3 millones sobre un total de 2,8) que provienen del mundo árabe o de Asia, y que a menudo no tienen más derecho que el de callar y ser explotados.
* Este artículo fue originalmente publicado en Nouvelles d’Orient, en los Blogs de Le Monde diplomatique, París: http://blog.mondediplo.net/2012-11-03-Le-Koweit-rejoint-le-printemps-arabe
Otros artículos del autor:
* «Líbano en el ojo de la tormenta«, octubre de 2012.
* «En Egipto la lucha continúa», septiembre de 2012.
* «Egipto: ¿una nueva etapa?«, agosto de 2012.
* «Época de cambios«, junio de 2012.
* De la redacción de Le Monde diplomatique, París.
Traducción: Mariana Saúl.