Un arte al servicio de la revolución
Por Evelyne Pieiller*
La fuerza insurreccional que vino de Rusia alcanzó a toda Europa e impregnó a las vanguardias artísticas. Ya no se trataba sólo de romper con los códigos del arte burgués, sino de poner la estética al servicio del compromiso revolucionario.

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En 1919, Georg Grosz y John Heartfield, miembros activos del Club Dada en Berlín, afirman con ímpetu que “el título de artista es un insulto”. Porque “el término ‘arte’ es la anulación de la igualdad entre los hombres”. Ambos eran… artistas. Tenían menos de 30 años. Vivieron y odiaron la...
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