La derecha alternativa y el cuerpo del escarmiento
“Prefiero que me culee uno nuevo antes que los mismos de siempre”. Víctor, un hombre de unos cuarenta años, trabajador por cuenta propia en el rubro de la construcción, casado y con un hijo, con residencia en la Zona Norte del conurbano, me explica en esos términos las razones de su voto a Milei. Probablemente las lectoras y los lectores de este artículo hayan escuchado estas semanas expresiones similares. Antes, Víctor me dijo: “Estaba entre la Vieja y el Peluca”. “La Vieja” es Patricia Bullrich y, para Víctor, forma parte de “los mismos de siempre”. Lo que “el Peluca”, Javier Milei, llama “la casta”. Víctor es techista y trabaja por cuenta propia junto a su hermano menor y otros dos aprendices. Durante la pandemia, estuvo cuatro meses “parado” y consumió todos sus ahorros. Así pudo vivir y comprar semanalmente mercadería para distribuir entre sus colaboradores. Volvió a trabajar una vez pasada la etapa más dura de las restricciones, pero al tiempo sintió que la inflación hacía cada vez más difícil organizar su trabajo, preparar presupuestos y, eventualmente, ganar dinero. “Antes de irse van a romper todo; que lo hagan, pero que se vayan y no vuelvan nunca más”, dice Víctor sobre el gobierno de Alberto Fernández y sobre el peronismo. Su bronca es pausada, meditada, elaborada durante años de crisis y alta inflación.
Para Víctor y tantos otros “pequeños” (cuentapropistas, informales, comerciantes de proximidad), Milei apareció como una salida ante el fracaso de “los mismos de siempre”. Durante las últimas décadas, primero el peronismo y sus aliados, más tarde el PRO y sus aliados, construyeron coaliciones electorales que dominaron la escena y lograron estructurar identidades y votantes fieles. La polarización parecía ser el antídoto a sus fracasos: ante las imposibilidades de una, la otra emergía como alternativa. Los efectos desorganizadores de este fracaso terminaron por romper esa estructura y por abrir el espacio para un outsider. Pero no cualquiera, sino alguien que “pusiera el cuerpo” como lo hace Milei. El cuerpo es fundamental en su construcción política. Una de las pocas materialidades que lo sostiene. Milei le puso el cuerpo a la crisis, a la rabia contra “la casta”. El cuerpo de los pequeños: seguridad y armas. Pero también el cuerpo que une a los pequeños con los grandes de la economía informal, financistas y bitcoineros: dolarización y anti-Estado.
Este texto no se enfoca en los votantes de Milei ni en sus militantes, sino en el contexto que favoreció su crecimiento y en la estrategia política que el candidato de La Libertad Avanza (LLA) llevó a cabo para aprovechar ese contexto. En lo que sigue desarrollo dos ideas. La primera: que la larga agonía de las dos economías políticas fallidas terminó por transformar la estructura polarizada de la competencia en un enfrentamiento con pies de barro. La segunda idea: que este terreno propicio fue aprovechado por una figura que es hija de la Argentina reciente: celebridad televisiva forjada en el escenario mediático por antonomasia de la polarización reciente (“Intratables”); conservador construido como predicador en el terreno más débil de la vida política argentina (la economía); líder de un haz de grupúsculos y cuentapropistas políticos que dan a su etiqueta (LLA) el rasgo de construcción desorganizada que combina bien con los tiempos económicos, y a la vez augura el abismo político de la Argentina que viene.
Agonía de dos economías
El fin del boom de las commodities significó un desafío para los países de América Latina que habían gozado de recursos extraordinarios en buena parte de la primera década del siglo XXI, en especial para los gobiernos progresistas, que utilizaron parte de esos recursos para robustecer políticas de redistribución y de inclusión. En Argentina, el fin del boom de las commodities significó el inicio de un lento declive de su economía: aumento de la inflación, dificultad para obtener divisas para apalancar la producción industrial y el consumo interno, incremento del déficit fiscal y de los problemas asociados con infraestructura y servicios públicos… Cristina Fernández de Kirchner terminó su segundo mandato con una economía en dificultades y con enfrentamientos con la mayor parte de los sectores empresarios. Sin embargo, logró llegar al final de su gobierno con una inflación relativamente controlada y con el consumo y los salarios en niveles altos, en especial en relación a lo que sucedería durante la segunda mitad del gobierno de Mauricio Macri.
En efecto, Juntos por el Cambio llegó con la promesa de “cambio cultural” y “normalización de la economía” pero no pudo llevar a cabo ni una cosa ni la otra. Macri terminó su mandato con restricciones al acceso a dólares similares a las que existían cuando había asumido y con una inflación que duplicaba la heredada. En 2017, cuando dio a luz a su vehículo Unidad Ciudadana, Cristina denunció que el gobierno de Macri había “desorganizado” la vida de la sociedad. “Vengo a sumarme a este espacio, porque esta tristeza que recorre a la sociedad me conmueve también; no me parece justo que estemos sufriendo, no me parece justo que nos hayan desorganizado la vida así”, dijo en el estadio de Arsenal de Sarandí.
Esta potente imagen daba cuenta de la amenaza en la que comenzaba a convertirse el macrismo: desmembrar el orden kirchnerista sin ofrecer nada a cambio. En 2019, la reunificación del peronismo y sus aliados prometió volver a organizar a la sociedad. El gobierno de Alberto Fernández auguraba “volver mejores”, pero trajo más inflación y desorden político. Ciertamente, el endeudamiento heredado, la pandemia y el contexto internacional no ayudaron, pero el conflicto interno y los signos de desgobierno aumentaron la sensación de intemperie. Por primera vez probablemente desde 1974-1975, el peronismo no podía ofrecer ni orden ni consumo. Y justo en ese momento, Juntos por el Cambio, que podía intentar hacer olvidar su propio caos prometiendo también volver mejores (o al menos volver más veloces y agresivos), entró en una fase de conflicto interno. Las dos economías políticas fallidas y la desorganización interna de las coaliciones terminaron por minar sus apoyos justo cuando los dos campamentos marchaban hacia 2023 con la esperanza de volver a dirimir la elección entre ellos. Y en eso llegó Milei…
Entre celebridad e influencer
A diferencia de la nueva derecha mainstream del PRO, con una estrategia de construcción partidaria que implicó la incorporación de cuadros de partidos tradicionales y la articulación con organizaciones para-partidarias como fundaciones y ONG, el crecimiento de la derecha alternativa de Milei descansa hasta el momento exclusivamente en su construcción ideacional y en su aprovechamiento del sistema híbrido de medios (celebridad televisiva + influencer digital), que le permitió desplegar una performance anti-casta y una pedagogía anarcocapitalista. Milei no tiene partido ni soportes corporativos. Explícitamente rechazó iniciar la construcción de una organización propia cuando el envión de su bautismo electoral exitoso en 2021 lo llevaba hacia ese lado.
Hoy sus apoyos se reducen a un pequeño círculo de confianza dominado por su hermana y a un puñado de consultores y operadores políticos de bajo conocimiento público. Del intento de construcción partidaria quedaron algunos grupos militantes con una esfera de acción reducida y una red nutrida de activistas digitales. Se trata en todos los casos de cuentapropistas políticos, igual que los políticos en disponibilidad que aprovecharon la ocasión para subirse a las listas legislativas de LLA. Ciertamente, hay que contar también entre los apoyos de Milei a buena parte del staff de economistas del think tank neoliberal CEMA, a cargo del manejo de la economía en los últimos años del gobierno de Menem. Ya sin el brillo de otros tiempos, sus miembros supieron sobrevivir a años de consensos adversos gracias a su plataforma académica inserta en el mundo de los negocios.
Las primeras apariciones mediáticas de Milei tuvieron lugar hacia fines del segundo gobierno de Cristina Kirchner. Fueron columnas económicas en diarios, con un estilo típico de consultor, baja dosis de ironía y mucho menos de bronca. En 2016 ingresó en el mundo audiovisual. A partir de una aparición exitosa –en términos de audiencia– en “Animales Sueltos” se convirtió en panelista frecuente en el principal varieté político de esos años, el programa “Intratables”, que funcionó como la puesta en escena algo grotesca de la polarización política: peronistas, cambiemitas y dirigentes de todo tipo representaban el antagonismo en tiempos televisivos, mientras crecía por fuera de la grieta una mirada irónica sobre sus protagonistas y sobre la política misma. En ese espacio creció la figura de Milei. Con un uso inteligente de la picardía y el histrionismo, se fue convirtiendo en una figura pública, una celebridad mediática, que logró en meses lo que a otros políticos les toma mucho tiempo: alto conocimiento público en todo el país.
Milei se volvió no sólo un cómodo habitante del desordenado debate político mediático, sino que además, en poco tiempo, ingresó en el espacio público digital con una estrategia de lo que, en un trabajo con Gabriel Kessler y Martín Paladino, llamamos “influencer conservador” (1). Esta estrategia tiene tres componentes básicos: primero, la especialización en distintos tópicos de la agenda de la derecha alternativa enfocada en una larga lucha contra el “marxismo cultural” (en su caso, en el discurso económico anarcocapitalista). Este discurso, en contextos críticos como el de la crisis argentina de los últimos años, ocupó un lugar que a la derecha mainstream, incluso en la versión más radical de Bullrich, le quedaba lejos. Y también le permitió mantener una relación ambigua y a veces distante con otros componentes de la derecha alternativa que lo hubiesen colocado en una posición marginal en el debate público, como las críticas conservadoras a los avances en la agenda cultural, que el líder de LLA reserva para pequeños círculos de activismo, donde también despliega otros rasgos autoritarios poco visibles en su discurso público.
Con sus apariciones en televisión y en las redes, creó un sistema de referencias cruzadas que multiplicó su discurso.
El segundo aspecto del influencer conservador es que, en un contexto de competencia entre potenciales influencers, el éxito se logra combinando la especialización temática con el manejo eficaz de redes, apoyos off line y estrategias de autopromoción orientadas a la fidelización de los seguidores. Milei construyó un claim: “¡Viva la libertad, carajo!” y una marca asociada a atributos de fiereza y de bronca (el león). Con sus apariciones en televisión y sus apariciones en las redes, creó un sistema de referencias cruzadas que multiplicó su discurso, a lo que incorporó conferencias en diferentes lugares del país: las clases públicas del profesor loser al que nadie escucha como debería…
El tercer atributo de los influencers conservadores es el uso de un estilo polémico y descontracturado. Esto le permitió a Milei erigirse en vocero alternativo a los consensos culturales y de corrección política de época, así como aumentar su visibilidad en redes. Milei desarrolló una performance de bronca a “la casta” con la que dio cuerpo al deseo de escarmiento de los “pequeños” y de los bitcoineros. Su actuación desenfrenada hace verosímil el grito de “políticos hijos de puta”. Con este equipamiento, terminó de volverse un cuerpo representativo. Y logró anudar odio al Estado con odio a los políticos, la bronca de los precarios hacia los empleados públicos con el deseo de “romper todo”.
Víctor
Las desigualdades que profundizó la pandemia terminaron de fracturar una sociedad resquebrajada y, como vimos en el caso de Víctor, convirtieron a quienes debieron enfrentar la intemperie con poca ayuda del Estado en partidarios de una revancha contra “los mismos de siempre”, revancha que se lleva puesto al Estado y que, en su afán de romper todo, probablemente beneficie, primero, a los informales de arriba y a los ideólogos de este neoliberalismo 2.0 que hibernaban en el CEMA. Pero eso será asunto de otra etapa, cuando despertemos y Milei siga allí.
1. G. Kessler, G. Vommaro, M. Paladino, “Antipopulistas reaccionarios en el espacio público digital”, Estudios Sociológicos, 40(120), 651–692, 2022.
* Sociólogo y escritor. Su último libro es, junto a Mariana Gené, El sueño intacto de la centroderecha, Siglo XXI, Buenos Aires, 2023.
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