Adicciones chinas
Estados Unidos objeto de reprimendas y privado del título honorífico de mejor alumno de la clase (capitalista); China solicitada para llenar las cajas e impulsar el crecimiento mundial. Ni siquiera en sus más delirantes sueños nacionalistas, los dirigentes chinos hubiesen podido imaginar un vuelco histórico tan espectacular.
Ya no se privan de dar lecciones a este Estados Unidos, “que debe curarse de su adicción a la deuda” (Xinhua, 7-8-11). Ni de recalcar que Pekín “tiene todo el derecho de exigir a Estados Unidos que se ocupe de solucionar su problema estructural”. El que paga la fiesta dirige el baile, y China se muestra muy generosa: ya acumuló 1,17 billones de dólares en bonos del Tesoro estadounidense (el equivalente a la riqueza producida por Rusia). Un arma financiera que China utiliza políticamente, poniendo a los occidentales frente a su propia ignominia.
Sería un error creer que en este juego, China está aislada. En la región, el recuerdo de la crisis de 1997 y de las medidas impuestas en ese entonces por el Fondo Monetario Internacional (FMI) sigue vivo. El ex embajador de Singapur, Kishore Mahbubani, señala –no sin ironía– que “todos los consejos que los países asiáticos recibieron [en 1997-1998] fueron ignorados por Occidente” (1). A pesar de las tensiones territoriales en el Mar de China, el pasado 9 de agosto, los países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, en inglés) pusieron el acento en la complementariedad de las economías asiáticas. Su vecino es incómodo y hasta arrogante. Pero posee medios contantes y sonantes, en caso de crisis agravada.
China habla de adicción, pero debería hacer limpieza en su propia casa; también es “adicta” a la deuda, la de Estados Unidos, que le permite colocar sin demasiados riesgos sus excedentes financieros y continuar exportando a crédito. Sólo posee el 8,1% de la deuda estadounidense, pero no por ello deja de ser el principal prestamista extranjero, delante de Japón (6,4%); lo que sin dudas le otorga derechos, pero también le impone algunos condicionamientos. Si China dejara de comprar bonos del Tesoro (2), si el dólar cayera, sus enormes reservas (en dólares) se desinflarían como un globo pinchado.
China no desea –ni puede– utilizar esta arma atómica financiera, pero intenta liberarse de esa dependencia, internacionalizando su moneda para reducir los privilegios del dólar. Acelera las posibilidades de comprar bonos del Tesoro chino en yuanes, en la Bolsa de Hong Kong. No es el mejor método para sacar al sistema de la debacle.
Convencido por otra parte de que sus exportaciones van a reducirse, Pekín busca reorientar su economía hacia el mercado interno. La mutación ya comenzó: suba de salarios, jubilación mínima generalizada, etc. Demasiado lenta y demasiado desigual, la carrera no está ganada.
Para los países occidentales, creer que una revaluación del yuan y una eventual alza de las importaciones chinas alcanzarán para reactivar la máquina es pura teoría. Sobre todo, para un país en vías de desindustrialización, como Francia: una de las principales causas del déficit externo proviene de… “la producción automotriz francesa realizada en el exterior” y reimportada (3).
1. Banyan, “What’s Schadenfreude in Chinese”, The Economist, Londres, 20-8-11.
2. Dean Baker, “Si China deja de comprar deuda estadounidense…”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, abril de 2010.
3. Estudio sobre las aduanas francesas citado por Charles Guay, “Il y a dix ans, la France était encore à l’équilibre”, Les Echos, París, 5-8-11.
* Jefa de Redacción Adjunta de Le Monde diplomatique, París.
Traducción: Carlos Alberto Zito