Cuatro años después…
El Fondo Monetario Internacional (FMI) acaba de reconocerlo: “Casi cuatro años después del comienzo de la crisis financiera, la confianza en la estabilidad del sistema bancario global aún debe restablecerse completamente” (1). Pero lo que el presidente de la Reserva Federal estadounidense, Ben Bernanke, calificó como la “peor crisis financiera de la historia mundial, incluyendo la Gran Depresión [de 1929]” (2) no generó ninguna sanción penal en Estados Unidos. Goldman Sachs, Morgan Stanley, JP Morgan habían apostado al derrumbe de las inversiones de riesgo que recomendaban fervientemente a sus clientes… Zafaron, en el peor de los casos con sanciones, la mayoría de las veces con bonificaciones.
A fines de los años 80, como consecuencia de la quiebra fraudulenta de las cajas de ahorro estadounidenses, ochocientos banqueros fueron puestos tras las rejas. En lo sucesivo, la influencia de los bancos, incrementada aun más por reestructuraciones que concentraron su poder, parece garantizarles impunidad ante Estados debilitados por el peso de la deuda pública. Los próximos candidatos a la Casa Blanca, con Barack Obama a la cabeza, ya mendigan los aportes de Goldman Sachs a su campaña; el director del BNP-Paribas no duda en amenazar a los gobiernos europeos con una suspensión del crédito en caso de que éstos decidan regular seriamente a los bancos; la agencia de calificación Standard & Poor’s, que había otorgado su mejor calificación de riesgo (AAA) a Enron, Lehman Brothers, Bear Stearns así como a toda clase de “bonos basura” (junk bonds), planea retirársela a la superpotencia estadounidense si ésta no reduce más rápidamente su gasto público.
Tres años de reuniones del G20 tendientes a crear una “nueva sinfonía planetaria” mantuvieron intacto un sistema que mezcla desregulación bancaria, primas faraónicas de los pequeños genios de la “innovación financiera” y pago por parte de los contribuyentes y los Estados de todas las catástrofes que ocasionan. Los socialistas franceses se indignan porque “el año siguiente a la crisis de las subprimes, los gobiernos destinaron más dinero para sostener a los bancos y las instituciones financieras que el gastado por el mundo, en medio siglo, para ayudar a los países pobres” (3). Pero los remedios que ofrecen se asemejan tanto a parches (impuesto complementario del 15% para los bancos), como a expresiones de deseos (eliminación de los paraísos fiscales, creación de una agencia de calificación pública, impuesto a las transacciones financieras), ya que su concreción está sujeta a una muy improbable “acción concertada de los Estados miembros de la Unión Europea”.
Así, lo que debió haber sido “la crisis final” fue una crisis inútil. Andrew Cheng, principal asesor de la China Banking Regulatory Commission, sugiere que esta pasividad se debe a un “problema de captura” de los Estados por parte de su sistema financiero (4). Lo que equivale a decir que los responsables políticos se comportan demasiado a menudo como títeres preocupados ante todo por no interrumpir el festín de los banqueros.
1 FMI, “Informe sobre la estabilidad financiera en el mundo”, abril de 2011.
2 Citado por Jeff Madrick, “The Wall Street Leviathan”, The New York Review of Books, Nueva York, 28-4-11.
3 Proyecto Socialista 2012. Suplemento de L’hebdo des socialistes, N° 610, París, 16-4-11.
4 James Saft, “Big Winners in crises: The Banks”, International Herald Tribune, París, 13-4-11.
* Integrante de la redacción de Le Monde diplomatique. Director del periódico entre 2008 y enero de 2023.
Traducción: Gustavo Recalde