El derrumbe de un símbolo
Por Mario Rapoport*
En los primeros días del pasado julio, General Motors (GM), uno de los gigantes industriales del mundo, salía a duras penas de la bancarrota convertida en una empresa más pequeña y estatizada. En efecto, el Tesoro estadounidense pasaba a controlar el 60,8% de sus acciones, los gobiernos de Canadá y Ontario un 11,7%, los trabajadores -a través de su sindicato, United Auto Workers- un 17,5% y los acreedores de la antigua GM un 10%. La caída del que fuera el primer fabricante de automóviles del planeta cuestiona el sistema de transporte individual y marca una fisura histórica en la concepción neoliberal del capitalismo.
* Economista e historiador.
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