NUEVAS COALICIONES EN ASIA

El regreso militar de Japón

Por Christian Kessler*
El ascenso económico y militar de China alarma a sus vecinos. Para contrarrestar ese poderío, Japón prevé un giro en su política de defensa, construyendo una zona de influencia regional que le permita ascender como potencia militar.
(Toru Hanai / Reuters)

Desde hace más de una década, la influencia internacional de Japón se erosiona a medida que su economía declina. Pacifista en su Constitución y en su discurso, Tokio se dedica cada vez más, sin embargo, a desarrollar y producir material sofisticado de defensa militar. Busca una nueva vía de influencia que pasa principalmente por una “ayuda militar” para determinados países asiáticos. El 17º Foro de Defensa, que tuvo lugar entre el 31 de octubre y el 1 de noviembre de 2012 en Tokio y que contó con la presencia de los países del sudeste asiático, pero también de India, Estados Unidos y Canadá, deja constancia de este cambio.

En 2012, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, la ayuda militar de Japón superó los 2 millones de dólares, monto fundamentalmente destinado al entrenamiento de tropas, para que estén preparadas para enfrentar desastres naturales y construir rutas, como en Camboya o en Timor Oriental. Los ejercicios de defensa conjuntos con otros países asiáticos también se multiplicaron y se vieron buques de guerra japoneses en numerosos puertos de Asia-Pacífico e incluso más lejos. Así, los barcos de guerra Kashima, Shimayuki y el destructor Matsuyuki volvieron a Japón en octubre de 2012 después de un periplo de seis meses por catorce puertos de las zonas del sudeste de Asia, Medio Oriente y África del este (1). El regreso a casa dio lugar a escenas de alegría sobre los muelles, donde los esperaban oficiales y familiares.

Un cambio de rumbo

En un contexto marcado por la escalada de nacionalismos y peligros, frente a las reivindicaciones territoriales de una China decidida a mostrar los dientes, Japón también podría empezar a vender aviones de patrulla marítima e incluso quizá submarinos a propulsión diesel en la región. Hasta el día de hoy, Tokio había ignorado las indirectas de Washington, que le reclamaba un mayor compromiso como potencia regional. Las tensiones en el norte de Asia, sumadas a las dificultades económicas de Estados Unidos, su principal protector y garante, abren un flanco de vulnerabilidad que Japón considera que ya no puede aceptar. Durante la Guerra Fría, Japón se conformaba con seguir a Estados Unidos. Con la China actual, está obligado a tener su propia lógica, según estiman muchos analistas japoneses.

La reciente y aplastante victoria del Partido Liberal Democrático en la cámara baja y el regreso de Abe Shinzo, notorio nacionalista, van en esa dirección (2). Para el nuevo primer ministro, la “diplomacia de la chequera” –hacer una contribución financiera en lugar de participar directamente en las operaciones militares–, hasta el momento ampliamente utilizada, ya no es una solución frente a las recurrentes tensiones con sus vecinos chinos y coreanos en lo que respecta a la soberanía de ciertas islas. El impulso chino, incontestable, con la escalada de su armada en lo que a potencia se refiere, inquieta a Tokio. Por supuesto, la protección estadounidense está siempre ahí, pero esa protección depende de una Nación extranjera. Más allá de un fortalecimiento de los lazos defensivos con los estadounidenses, Abe busca, con la colaboración de estos últimos, ascender como potencia militar. Así, las fuerzas japonesas de autodefensa se transformarían progresivamente en fuerzas ofensivas. De cualquier manera, incluso en el caso de que el primer ministro ponga todas sus energías en esta batalla, las dificultades para torcer la Constitución pacifista, sumadas a la enorme deuda del país, podrían limitar las posibilidades de ayuda externa.

Sin embargo, la explosión del presupuesto militar de China podría cambiar la jugada. Las dos grandes fuerzas políticas, el Partido Liberal Democrático en el poder y el Partido Socialdemócrata (PS), debaten una lectura más flexible de la Constitución que, finalmente, debería permitir correr los límites que separan una fuerza defensiva de una fuerza ofensiva. La actual Constitución, impuesta por los estadounidenses luego de la derrota de Japón en 1945, ya fue modificada en varias oportunidades para permitir el envío de tropas al extranjero, a Afganistán o Irak (no sólo en el marco estrecho de la ayuda humanitaria sino también desplegando buques cisterna en el Océano Índico para reabastecer barcos de guerra estadounidenses).

Cada una de las revisiones de la Constitución desencadenó la ira del PS y provocó virulentas polémicas en los medios de comunicación. Como resultado, después de los ataques al quimiquero Golden Nori, en octubre de 2007, al petrolero Takayama –que se salvó gracias a la ayuda de la armada alemana–, en abril de 2008, y al buque cisterna Socotra Island, en abril de 2011, el emplazamiento en Yibuti de la primera base militar japonesa en el extranjero desde 1945 se realizó en medio de la mayor discreción. Una discreción que hoy en día dejó de ser necesaria.

Juntos frente a China

La estrategia que asoma es clara: construir su propia zona de influencia con otras naciones. “Queremos nuestra propia coalición en Asia para oponernos a China”, afirma Soeya Yoshihide, director del Instituto de Estudios de Asia del Este en la Universidad de Keio. En consonancia, el viceministro de Defensa, Nagashima Akihisa, declaró en una entrevista: “No podemos quedarnos mirando cómo se debilita Japón”. Durante una conferencia en Australia, el teniente general chino Rein Haiquan recordó inmediatamente que Japón se acercaba así a la Nación militarista que, en su momento, bombardeó la ciudad de Darwin, en Australia. Pero la reacción de numerosos países asiáticos es sorprendente en lo que a la historia se refiere. “Hicimos a un lado nuestras pesadillas de la Segunda Guerra Mundial debido al peligro que representa China”, comentó Rommel Banlaoi, un experto en seguridad del Instituto de Investigación por la Paz, la Violencia y el Terrorismo que se encuentra en Manila. Malasia, Filipinas y Vietnam reciben con los brazos abiertos la ayuda del archipiélago.

En noviembre de 2012, veintidós guardacostas provenientes de una decena de países asiáticos y africanos participaron, en la bahía de Tokio, en diferentes ejercicios de defensa. Antes de abandonar el puerto, se alinearon frente a los guardacostas japoneses y todos se inclinaron largamente. “Japón se suma a Estados Unidos y Australia para ayudarnos a enfrentar a China”, aseguró Mark Lim, un oficial filipino que había participado en la movilización (3). De hecho, Japón está considerado el único país capaz de rivalizar con Pekín en el plano marítimo. Es cierto que no cuenta ni con misiles de largo alcance, ni con submarinos atómicos, ni con aviones de transporte que puedan llevar gran cantidad de tropas al exterior. Sin embargo, Tokio tiene submarinos a propulsión diesel considerados como los mejores del mundo, así como también cruceros con la capacidad para interceptar misiles en vuelo, dos grandes destructores con helicópteros de combate, y, si se necesitan, aviones de despegue vertical. En 2013, la duplicación prevista de ayuda militar a Indonesia, las negociaciones por la venta de submarinos a Vietnam, además de otros posibles compradores, como Malasia y Australia, también muestran que Japón está decidido a extender su rol y ponerse al frente de una zona de protección de cara a China.

En lo inmediato, y como respuesta a las incursiones navales y aéreas chinas en las aguas de las islas Senkaku, el Partido Liberal Democrático al poder tiene previsto aumentar, por primera vez después de once años, el presupuesto militar: 40.000 millones de yenes suplementarios (320 millones de euros) para el año fiscal 2013-2014. Así se modernizará el equipamiento de los guardacostas, aumentarán considerablemente la cantidad de barcos patrulla y la cantidad de efectivos. Según el programa oficial, también se asignará dinero para permitir el regreso al territorio nacional de las islas del Norte, bajo control ruso desde 1945. Lo mismo para las islas Takeshima, que se disputan con los coreanos, quienes las llaman Dokdo. Según esta estrategia oficial, el desarrollo de la influencia militar japonesa está plebiscitado, a pesar de la deuda ocasionada en parte por el aumento del presupuesto militar para la modernización del Ejército.

1. Filipinas (en el puerto de Manila), Tailandia (Bangkok), India (Bombay), Maldivas (Malé), Yibuti, Arabia Saudita (Jeddah), Turquía (Marmaris), Tanzania (Dar es-Saalam), Seychelles (Victoria), Omán (Salalah), Paquistán (Karachi), Sri Lanka (Colombo), Bangladesh (Chittagong), Camboya (Sihanouk).
2. Léase Martine Bulard, “Le Japon à l’heure du virage nationaliste”, blog Planète Asie de Le Monde diplomatique, 17-12-12.
3. Japan Defense Focus (JDF), Ministerio de Defensa, Nº 35, diciembre de 2012.

* Historiador y periodista, profesor invitado en el Ateneo Francés de Tokio. Coautor del ensayo Des samouraïs à Fukushima, Fayard, París, 2012.

Traducción: Aldo Giacometti

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